Los enigmas de la Guadalupe


Una serie de asombrosos enigmas rodean la aparición de la Virgen de Guadalupe, acontecida en el año de 1531, cuando Ciudad de Méjico (donde apareció) se llamaba Tenochtitlán y era la capital del imperio azteca, rodeada de lagos, ubicada junto al lago salado Texcoco, cerca del cual, debido a su salubridad, las maderas no duraban más de 100 años. En cambio, inexplicablemente, la tilma (poncho) de la reliquia se mantiene 476 años en perfecto estado, sin que la ciencia encuentre explicación. Paradójicamente, pruebas realizadas a tejidos similares de fibra de maguey, comprueban que estos tejidos no duran más de veinte años. Hoy, la imagen de la Virgen está protegida por un grueso cristal, pero antes pasó 116 años sobre una pared húmeda, entre el humo de miles de velas, manoseada por muchedumbres, soportando polvo, excretas de insectos, y humedad y salitre del lago cercano, sin sufrir deterioro alguno, permaneciendo tan fresca que parece acabada de pintar. En 1791, cuando un trabajador limpiaba su marco, derramó sin querer un frasco de ácido nítrico sobre el lienzo, pero, extrañamente no lo destrozó, sino que le dejó una pequeña mancha. Colocada sobre una placa metálica, cuya temperatura es de 15 grados centígrados, la tilma se mantiene a 36,6 grados, igual a la temperatura del cuerpo humano. El 14 de noviembre de 1921, el anarquista español Luciano Pérez, colocó a los pies de la Virgen un ramo de flores que escondía una bomba. Al explotar, destruyó jarrones, floreros, las gradas del altar que sostenían la imagen, hizo volar los candelabros y retorció un gran crucifijo de metal que todavía se exhibe, pero, prodigiosamente la imagen y el cristal que la protegía no sufrieron daño alguno. Sorprende también que la imagen esté estampada en un burdo tejido sin preparar. Según expertos en técnicas pictóricas, “ningún artista hubiera elegido un lienzo de esa calidad para realizar su obra”. De igual modo, varios científicos examinaron la imagen con rayos infrarrojos, señalando: “En ella no hay huellas de pincel. El material que origina sus colores no es ninguno de los elementos conocidos en la Tierra. Pasamos un rayo láser sobre la tela, detectando que los colores flotan en el aire sobre su superficie”. Ricardo Kühn, Premio Nóbel de Química, analizó las fibras, concluyendo: “No existe colorante animal, vegetal, mineral, ni sintético. Se trata de un colorante desconocido”. Sorprende también que en sus ojos de 7 milímetros, examinados por reconocidos oftalmólogos con avanzados equipos, aparezcan pequeñísimas figuras humanas. Otro hecho insólito: Uno de los médicos que examinó la tilma colocó un estetoscopio debajo de la cinta que posee la Virgen (en señal de que está encinta), y, sorprendido, escuchó latidos que rítmicamente se repiten a 115 pulsaciones por minuto, igual que los de un bebé en el vientre materno. Del mismo modo, las estrellas visibles en el manto reflejan la exacta configuración y posición que el cielo de Méjico presentaba el día que se produjo su aparición. La Virgen de Guadalupe es uno de los grandes enigmas de la humanidad que no ha podido ser descifrado por la ciencia.
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