El fantasma de la casa de Verdi

Italia es uno de los países europeos que siempre se ha destacado por su gran belleza y paisajismo, en el cual convergen todos los estilos arquitectónicos y en donde muchas de sus villas encierran interesantes relatos de vida y muerte de muchos de los grandes artistas que legaron su gran talento a la humanidad. Una de esas casas es la que perteneció en vida al gran compositor italiano Giuseppe Verdi, la cual fue su propiedad desde 1848 hasta el final de su vida en 1901, ubicada en la comuna de  Villanova sull’Arda en la provincia de Piacenza. Originalmente, la casa fue ocupada por los padres de Verdi, Carlo Verdi y Luigia Utini, pero, después de la muerte de su madre, su padre volvió a su pueblo natal, Busseto.  Giuseppe Fortunino Francesco Verdi, mejor conocido como Giuseppe Verdi, fue un compositor romántico italiano de ópera del siglo XIX, considerado como el más notable compositor de este tipo de música lírica de su país y como un verdadero genio mediterráneo, lleno de imaginación, visión y fantasía excepcional. Verdi nació en La Roncole, Busseto, el 10 de octubre de 1813. Entre sus obras más famosas se haya su trilogía Rigoletto, La Traviata e Il Trovatore y las obras maestras que compuso en su madurez, tales como Aída, Don Carlo, Otello y Falstaff.   En el año 1800, la localidad de La Roncole era entonces parte del ducado de Parma, que a su vez formaba parte de Francia. Allí, Verdi recibió sus primeras lecciones de música y continuó sus estudios en Busseto, bajo la tutela de Ferdinando Provesi. Tiempo después se convierte en el organista de la iglesia del pueblo e intenta ingresar como alumno en el conservatorio de la ciudad de Milán pero no lo consigue,  pues en aquel entonces, quienes dirigían esa institución consideraron que no tenía el talento suficiente para ser admitido. 
Según sus historiadores musicales, los  primeros éxitos de Verdi estuvieron relacionados con la situación política que se vivía en Italia en aquella época, “pues, sus obras operáticas además de tener mucha calidad artística, servían también para exaltar el carácter nacionalista del pueblo italiano”. Por esta razón quizás su obra El Va pensiero (coro de los esclavos de la ópera Nabucco) se convirtió en uno de los coros más conocidos de Italia. De esta forma, su obra musical, unida no se sabe por qué razón al sentimiento de los italianos de la época, le hace triunfar en Milán y   gracias a sus éxitos puede apostar por un estilo más personal en sus óperas y presionar a libretistas y empresarios para que arriesguen y experimenten un poco más. En este sentido, es notable la forma como se engendró la ópera Macbeth, con unos arduos, e incluso despóticos ensayos para lograr que el texto fuera más hablado que cantado. Así, el compositor consigue su cometido y el éxito de sus producciones musicales aumenta. Luego, un período de dificultades personales le acompaña al fallecer su primera esposa y su hija, situación que contrasta con la creación de sus óperas más populares y queridas (Rigoletto, La Traviata e Il Trovatore).   Aún así, muchos críticos estiman que la verdadera madurez del gran compositor se comienza a percibir en las obras que siguen a este período. Por ejemplo, Don Carlos, compuesta para la Gran Ópera de París; Aída, compuesta para la Ópera del Cairo; y Otello y Falstaff, con libreto de Arrigo Boito, basado en Shakespeare. Sin embargo, algunas no son bien recibidas por el público o por parte de los críticos, quienes las califican de “demasiado wagnerianas”, lo que el autor siempre rechazó.  En los últimos años Verdi compuso algunas obras no operísticas. En ese periodo, a pesar de no ser particularmente religioso, compuso obras litúrgicas, como la Misa de Réquiem (1874) y el Te Deum. También compuso el Himno de las naciones, que incluyó melodías de los himnos italiano, francés e inglés, sobre texto del poeta Arrigo Boito (1862) y un Cuarteto para cuerdas en mi menor (1873).   
Giuseppe Verdi murió en Milán el 27 de enero de 1901 tras haber sufrido un derrame cerebral. La fortuna que le produjeron sus obras la donó con el expreso deseo de que fuese destinada para el establecimiento de una casa de reposo para músicos jubilados, la cual hoy día lleva su nombre: Casa Verdi, en Milán, donde está enterrado. En 1901 su entierro generó una gran movilización popular y al paso de su cortejo fúnebre, el público entonó fervorosamente su emotiva obra, el Coro de los esclavos de Nabucco, Va pensiero sull'ali dorate, (“¡Vuela pensamiento, con alas doradas, pósate en las praderas y en las cimas donde exhala su suave fragancia el aire dulce de la tierra natal!”.). Era el calor de la patria, lo que se convirtió en un sentido homenaje popular de admiración y respeto.  Vale recordar que el siglo XIX, en la época de la unificación italiana, liderada por el rey Víctor Manuel II, de Piamonte-Cerdeña, el entusiasmo unificador se expresaba con el grito de “¡Viva Verdi!”, significando Verdi el acrónimo de “Vittorio Emmanuele Re D'Italia”. Llama la atención que hasta hoy día los italianos hablan de Verdi, de su personalidad y de su magna obra, al extremo de expresar que “nunca se sabrá lo mucho que intervinieron la política y el azar a favor del gran compositor”, a quien incluso, de joven, se le negó su entrada al Conservatorio de Milán, y, tiempo después, en su madurez, gracias a su prestigio, reconocimiento y éxito quiso honrarse con el nombre del propio compositor, a lo que él contestó rechazando la idea: “No me quisieron de joven, no se por qué me quieren ahora de viejo”. No obstante, actualmente el conservatorio lleva su nombre.  ¿Será porque en el pasado el grito de guerra de los nacionalistas italianos ante los dominadores austriacos era "¡Viva Verdi!"? A 75 kilómetros de Milán, en las afueras de Busetto, se halla la Villa Sant’ Agata, la mansión en donde Verdi pasó sus últimos años. En esos años se dedicó a mejorar la hermosa vivienda y destinó parte de su tiempo a la jardinería y a la agricultura, oficio que heredó de sus padres campesinos, porque en el fondo, él siempre fue un campesino. En Sant'Agata Verdi escribió muchas de sus óperas magistrales, como La Traviata. Al pasar los años,  su segunda esposa, Giuseppina Strepponi  ya no podía darle descendencia por lo que le propuso adoptar una niña llamada Filomena, hija de un primo del compositor. Verdi, quien nunca quiso saber nada de los hijos de Giuseppina y quien había perdido en su juventud a su primera esposa, Margarita Barezzi y a sus dos hijos por causa de la peste, aceptó la proposición como una solución y decidió adoptar a Filomena, a quien luego llamaron María, por una desconocida razón. En esos tiempos algunos de sus vecinos lanzaban piedras a la casa donde vivía Verdi porque – según ellos – “el gran compositor había llevado al pueblo a una cualquiera, a una traviata, es decir,  a Giuseppina, cantante y madre soltera de dos hijos, sin haber antes pasado por la vicaría ni por el Registro Civil”.  
Giuseppina Strepponi, soprano que participó en el estreno de Nabucco, fue su segunda mujer. Madre soltera, exitosa cantante e independiente económicamente, fue la fiel compañera del genial músico y juntos soportaron el rechazo social y la maledicencia de un pequeño pueblo como el de Busetto, donde se establecieron inicialmente.  Verdi y Giuseppina tuvieron que enfrentarse a la rigidez de las normas morales de aquella época, cuando los italianos de provincia se separaban de ella en el banco de la iglesia o la evitaban en la calle. Entonces fueron víctimas de todas las murmuraciones y  críticas en  la cara del compositor, pero éste hacía oídos sordos. Increíblemente indiferente a cuantos le rodearon durante toda su vida, la opinión pública ni preocupaba ni ocupaba al reservado compositor, y menos la estrecha mentalidad de la gente de aquel pueblo. Aún así, ante la desagradable situación,  la vida en el pueblo se les hacía incómoda, por lo que se decidió a comprar una modesta finca en las afueras y se llevó allí a su Giuseppina, con quien se casaría por lo civil, quince años después, en el pueblo Coulenges-Sous-Saleve.  En 1898 murió su segunda esposa y entonces la salud del compositor se resintió. Su médico le prohibió hacer esfuerzos, pero Verdi le desobedeció, marchándose a Milán a las fiestas navideñas de 1900 y fue precisamente en esa ciudad donde murió el 27 de enero siguiente, víctima de un ataque cardíaco.      Hoy día, alrededor de la casa de Verdi se tejen una serie de comentarios e intrigas que acompañaron la vida del célebre compositor y que después de su muerte, parece continuar pues algunas personas se refieren una serie de misteriosas desapariciones, muertes y otros tantos sucesos que aparentemente plasmaron una huella tan profunda en esa casa que incluso dejaron a sus propios fantasmas habitándola y que se estarían manifestando ahora en los predios de la hermosa residencia. Al respecto, la escritora y periodista Gaja Servadio ha publicado una biografía de Giuseppina  Strepponi, titulada Traviata, donde, entre otros interesantes y extraños aspectos, hace alusión a la existencia de una niña-fantasma, hija de ella, identificada como Santa Strepponi, quien habría sido abandonada en el Hospital de Cremona, el 14 de abril de 1851. Ese mismo año, en primavera, fue cuando Verdi y la Strepponi decidieron irse a vivir a Sant´Agata. ¿Sería esa la razón que les indujo a tomar la decisión de mudarse a otro lugar? Según Gaja, esa niña era hija de Verdi, aunque la Strepponi ya tenía el mal hábito de dejar abandonados a sus hijos. “Lo hizo con Sinforosa, de padre desconocido, la cual murió en un manicomio en 1925. Luego, con Adelina, nacida en Trieste en 1841”. ¿Y Santa? ¿Quién era realmente Santa? Según sus biógrafos, antes de morir, Verdi quemó mucha correspondencia y se sabe que todavía sus herederos conservan archivos que nadie ha podido investigar. ¿Que misterios encierran esos archivos y por qué razones no han sido dados a conocer luego de haber transcurridos tantos años? ¿Acaso se refieren a esos desaparecidos a los que aluden los comentarios de la gente? El libro también se refiere a un muchacho que fue el primer novio de Filomena, pero Giuseppina y Verdi tenían otros planes con su hija adoptiva -¿Realmente era adoptada o era hija de Verdi? - y la casaron con el hijo del Notario del pueblo. “De aquel muchacho se perdieron todos los rastros, aunque algunos aseguran que después vivió anónimamente en la región. Y en esa época se habló del fantasma del joven desaparecido”.   Debe señalarse que existe otro libro, publicado en 1981 en Milán, por la editorial Rizzoli, titulado Quel delitto in Casa Verdi, del cual nadie quiere saber nada hoy día en Villa Sant´Agata. Es un libro tabú en el que su autor, Maurizio Chierici, reconstruye aspectos de la vida de Verdi ignorados por muchos. “Tras el mito, hay un ser humano a veces insoportable, egoísta, mezquino con sus trabajadores en el campo y patriota a la fuerza”. Un libro que suscitó un escándalo en su aparición, porque, entre otros interesantes e intrigantes aspectos, en el se cuenta que un nieto de Verdi, Angiolo Carrara Verdi, mató accidentalmente a una sirvienta cuando limpiaba su escopeta de caza. Años más tarde se supo que la mucama estaba embarazada, pero… ¿Embarazada de quién? ¿Del propio Verdi o de su nieto? Al respecto, nunca se supo nada, porque el médico que atendió el caso no hizo la autopsia.  También llama la atención que en una detallada biografía de Verdi, a cargo de la biógrafa y musicóloga estadounidense Mary Jane Phillips Matz, ella sostenga: “Pudo existir una niña-fantasma, fruto de un parto de Giuseppina Strepponi, identificada como Santa Streppini, que fue abandonada en la puerta del Hospital de Cremona el 14 de abril de 1851, siendo recogida por las Hermanas de la Caridad. La persona que la abandonó ni siquiera dejó la media moneda rota, para años más tarde poder ser identificada por la madre, como era la costumbre en aquellos tiempos”. 
Hoy día la villa es propiedad de los descendientes de Verdi, quienes permiten que  durante seis meses del año los visitantes puedan entrar y ver las habitaciones situadas en la planta baja del ala sur, las cuales fueron ocupadas por el compositor y su esposa. Otras habitaciones, situadas en el piso de arriba, actualmente son utilizadas por empleados e invitados. Las habitaciones incluyen la  habitación de Giuseppina con su cama, la  habitación donde Verdi  dormía y trabajaba, más el estudio, donde el célebre músico mantenía sus cuentas, que ahora contiene partituras de piano y muchos recuerdos relacionados con su vida. Los visitantes también pueden observar donde Verdi ensayaba y el parque turístico que contiene más de 100 variedades de árboles y la gruta de hielo (gruta artificial que en los inviernos se llena de hielo y donde conservan alimentos, haciendo la función de refrigerador gigante). La villa deja ver salones fantasmales, con todo el mobiliario recubierto con fundas blancas y de otros colores. Precisamente allí, en Villa Sant' Agata, cerca de Busseto,  en el año 2001, con motivo de la conmemoración del centenario del fallecimiento del gran compositor, el periodista español  José Manuel Alonso Ibarrola, redactor de distintos periódicos y subdirector de la revista Teleprograma, realizó un reportaje sobre los lugares donde transcurrió la vida del destacado músico italiano. Por encargo de Ibarrola, la fotógrafa Blanca Berlín se trasladó a Villa Sant' Agata para hacer fotografías de los diversos lugares de la casa donde el maestro solía llevar a cabo sus actividades. “Era una mañana lluviosa, me encontraba realizando un reportaje en torno a la figura del gran compositor para un prestigioso diario español que quería reseñar el centenario de su fallecimiento. Iba acompañado de la prestigiosa fotógrafa Blanca Berlín. Tras haber recorrido los lugares verdianos, aquel 31 de octubre, con la autorización de los directivos, visitamos Villa Verdi. Cuando nos encontrábamos en el dormitorio del maestro, donde compuso varias de sus óperas, se hicieron las gráficas habituales, ajenos a lo que sucedería después. Una vez en España, a las dos de la madrugada, en la soledad de su estudio fotográfico, cuando Blanca se encontraba haciendo las ediciones de las fotografías tomadas, se llevó una gran sorpresa, escudriñó atentamente las seis diapositivas que había obtenido. Al llegar a la segunda, observó una mano sobre el teclado. ¿De dónde surgía aquella mano?, se preguntó inquieta. En la siguiente no había nada, absolutamente nada. Vuelve a examinar las gráficas. Nada. Sólo el piano y el teclado incólume. De repente, descubre algo más en la tercera diapositiva: La mano pertenece a una figura humana que aparece de pie, que sonríe, y se difumina en la pared. Parece tener gafas. En sus 20 años de oficio, Blanca Berlín no había sentido la inquietud que sintió aquella noche. No puede resistir la soledad de su casa ni del estudio. Llama a su ayudante y llama a Ibarrola. Una vez reunidos comprueban lo mismo y se preguntan: ¿Quién es esa figura fantasmal que aparece en la fotografía? Ni Ibarrola ni Blanca ni su ayudante creen en fantasmas ni en apariciones. ¿Se trata de una broma? ¿De una sobreimpresión? Ellos no están para bromas. Aquello parecía increíble pero lo cierto del caso es que la imagen estaba allí y sigue estando allí. 
¿Quién era ese extraño personaje? ¿Se trataba de una sobreimpresión? Blanca pensó que se trataba del propio Verdi, pero el rostro de la imagen no se le parecía, así que ella e Ibarrola decidieron ir a mostrarle las fotografías a una vidente, para que esta pudiera de alguna manera contactarse con el espíritu de Verdi y saber de una vez de quién se trataba. De este modo, acudieron ante la reconocida vidente Paloma Navarrete, quien aceptó prestar  ayuda a los periodistas y una vez comprobado que no había sido ningún trucaje ni una sobreexposición en el rollo fotográfico, realizó una sesión mediúmnica para averiguar la identidad de la misteriosa figura espectral que sonreía a la cámara, mientras apoyaba una mano en el teclado del piano de Verdi. Según la vidente, la extraña imagen correspondía a Antonio Barezzi, suegro de Verdi, aunque para muchos verdianos, la silueta era la de Ferdinando Provesi, el primer maestro del músico, mientras otros sostenían que se trataba de Napoleone Soriana, un tenor conocido de Verdi pero que luego  mantuvo una cierta enemistad con el compositor, tras discutir acaloradamente con este y desaparecer para siempre. Ante la incertidumbre de quién se trataba, los comunicadores se pusieron en contacto con los descendientes de Verdi, pero nadie pudo identificar aquel rostro. Posteriormente acudieron ante el jesuita y parapsicólogo José María Pilón, quien junto con otras personas de su equipo, dedicado a la investigación de sucesos paranormales creado en 1987, analizó las gráficas con sus colaboradores, entre ellos, Lorenzo Plaza, físico óptico y experto en temas fotográficos, quienes luego de rígidas investigaciones, recomendaron que acudiesen al laboratorio que reveló las fotografías y pidiesen una investigación exhaustiva para poder descartar un posible accidente en el revelado o alguna sobreimpresión. Es preciso acudir a los Laboratorios Ascolor, de Madrid, a fin de que desvelen el misterio, si es que realmente lo hay.
Vale decir que estos laboratorios prestan sus servicios a destacados profesionales y en donde usualmente ellos revelan todos sus trabajos. En el laboratorio casi se ofenden por dudar de su profesionalidad. ¿Qué hacer en estos casos? No obstante, dado lo enigmático y misterioso del caso y a que está en duda su reputación como un laboratorio fotográfico reconocido, acceden y las fotografías son sometidas durante largas horas al examen de un scanner de altísima resolución. Seguidamente, parte del informe emitido por el laboratorio: “En las gráficas realizadas en la casa del compositor Verdi no existe sobreimpresión. En la imagen aumentada se pueden observar las arrugas del pantalón del espectro, se descarta que la figura tenga gafas y da la impresión de que viste una capa. La mano no puede apreciarse al completo porque parece cubrirla una especie de guante. Sus dedos proyectan una sombra sobre el teclado, la misma que proyectan el resto de los objetos de la habitación. Se desecha que se pueda tratar de una impresión previa o un accidente en el revelado por contacto con otro rollo. Se buscaron rastros de velo o de sobreexposición u otras imágenes en los contornos de la figura aparecida, que tendrían que haberse producido en caso de haber ocurrido una sobreimpresión, muy improbable al tratarse de un final de carrete en el que el resto de los fotogramas no tienen interferencias. Tampoco es posible que se cruzase alguien en la trayectoria de la cámara en el momento del disparo, realizado con trípode a una velocidad no inferior a 1/8 de segundo, pues se constató en la imagen del scanner que la figura no presenta el más mínimo rastro de movimiento. Si la figura hubiese estado inmóvil, se habría impresionado con la misma nitidez que el propio piano”. Como complemento a esta información técnica, vale aclarar que ni la fotógrafa ni las otras tres personas presentes durante la sesión vieron a nadie en el lugar donde realizaban las gráficas y, además, la casa estaba cerrada al público. 
Expertos en Verdi también intentaron identificar al personaje que aparece en la foto. De este modo surgieron varias hipótesis: se trataría de su cochero, su primer maestro, un tenor enemistado con él, un director de orquesta enamorado de la amante de Verdi, o un amante de Giuseppina, la segunda mujer de Verdi. No satisfecho con tales aseveraciones y aún sin hallar respuesta al misterio y aún asumiendo el riesgo de quedar en lo ridículo, el periodista José Ibarrola decide ponerse en contacto con Cosetta Allegri,  funcionaria de la Oficina de Turismo de Busseto, para contarle lo que ocurría con el fantasma, aparición o sobreimpresión, ya que pensaba que ella pudiese conocer de algún caso similar que le hubiera podido suceder a algún turista al tomar fotografías en ese sitio.  La funcionaria de la Oficina de Turismo se interesó de inmediato y le pidió una copia de la foto. Posteriormente se reunieron y ella le manifestó que no tenía conocimiento de que algo similar le hubiese ocurrido a algún turista, pero sí le contó  acerca del extraño fenómeno que vivió en el año 1999 el famoso director de orquesta Carlo Maria Giulini en el Teatro Verdi de Busseto. Giulini: “Cuando Giulini visitaba el teatro tuvo la curiosidad de asomarse a unos de los palcos que Verdi no quiso pisar jamás. Intentó abrir la puerta pero no lo conseguía, ya que desde el interior parecía que alguien lo impedía. Vista la extraña situación, el famoso director forcejeó con alguien que parecía estar detrás de la puerta, pero visto que no podía abrir la puerta, desistió de su intento. Luego, transcurridos sólo algunos minutos,  la puerta se abrió sola y un viento helado removió el ambiente. La sorpresa es que no había nadie, lo que impactó al visitante, quien se retiró inmediatamente, impresionado por aquel suceso”.  Tras escuchar aquel relato, Ibarrola decide proseguir sus propias investigaciones y acude también ante otra vidente, Fátima, que vive en Madrid, quien luego de examinar la foto,  le dice en tono muy seguro: "No se trata de un trucaje. Le diré más. Este hombre que aparece aquí murió en un accidente. Tenía 42 años de edad, llevaba capa y fue un personaje notorio. Quizás era concertista. Y no me gusta esa sonrisa maquiavélica. Es un ser maligno. Quien tomó la foto captó la concentración de energía que existe en ese sitio porque su alma en pena permanece allí". Impactado y aún mucho más interesado en el misterioso caso, José Ibarrola regresa a  su casa y repasa infructuosamente los libros sobre Verdi, las fotografías con personas que le acompañaron, los grabados y cuadros que cuelgan en sus diferentes moradas, en los museos, etc. En su incansable peregrinaje por aclarar el misterio,  Ibarrola ha llevado la diapositiva a analizar a diferentes y reconocidos laboratorios profesionales fotográficos tales como, Fotosíntesis, Ascolor y Dinasa, en Madrid, pero hasta ahora ninguno le ha dado respuestas definitivas. Ante el insólito hallazgo, varias cadenas de televisión españolas, como Telecinco, Cuatro y una regional, Telemadrid, al igual que Radio Nacional de España, la Cadena Ser y otras radioemisoras, comentaron y analizaron el extraño fenómeno. Lo mismo ocurrió con diversos órganos de prensa. Incluso, en una ocasión, la televisión española invitó a José María Mellado Martínez, presidente de la Real Sociedad Fotográfica, para habar sobre el extraño caso, quien analizó la diapositiva del fantasma de Verdi y concluyó señalando: “No pudo ser trucada por medios fotográficos de laboratorio, como la doble exposición. Es decir, no existe en esta gráfica trucaje alguno”.  
Hay que destacar que también en Italia los medios de comunicación como la radio, la prensa y la televisión  se hicieron eco del misterio de la fotografía del fantasma de la casa de Verdi. Transcurrido diez años de haberse tomado las gráficas donde aparece la figura fantasmal, nadie ha podido decir de quién se trata, o a quién pertenece esa imagen inquietante que surge en Villa Verdi. Verdi falleció en Milán el 27 de enero de 1901, a los ochenta y ocho años de edad. Su hija adoptiva María Carrara cumplió lo que al parecer fue la última voluntad del gran compositor italiano: quemar todas sus cartas privadas y sus recuerdos personales. Sus restos y los de su esposa están enterrados en Villa Verdi, donde uno de sus  pasillos está repleto de pianos estropeados, tapados cual fantasmas musicales o como una metáfora de todo lo que allí ocurrió mientras vivió Verdi. La espaciosa residencia tiene 55 habitaciones pero sólo cinco están abiertas al público. ¿A qué razones se debe esto?  ¿Acaso existen allí misteriosos insondables que no deben ser nunca revelados?

U-65 el submarino embrujado

Durante buena parte de la Primera y Segunda Guerra Mundial las tensiones bélicas provocaron en algunos países una vorágine constructora de equipos y maquinaria de guerra. Uno de esos países fue la Alemania gobernada por Adolf Hitler, la cual hizo que se fundieran miles de toneladas de acero para construir aviones, barcos y un sinfín de submarinos. Estos últimos fueron, por sus características, los que más millas recorrieron en aguas enemigas para espiar, perseguir  y de ser necesario, destruir a las flotas enemigas. Por ello, en los anales de lo misterioso e inexplicable, el mundo de los submarinos no es ajeno a las leyendas de fantasmas y de fenómenos extraños, que a lo largo del tiempo han hecho que estas naves infundan respeto y hasta miedo a quienes han tenido la ocasión de navegar en ellas.  Cualquier acción en un submarino siempre tiene algo de desafío a las fuerzas demoníacas del destino. La sola vista de una nave de este tipo atracada en un muelle, con sus extrañas formas de monstruo marino revestidos de metal negro o gris, resultan impresionantes. En relación a estas historias macabras, muchos de esos tripulantes sostienen haber escuchado en diferentes fechas y ocasiones misteriosos pasos y voces a pesar de no haber nadie a bordo, así como ver a marineros y oficiales uniformados que se desvanecían ante sus atónitos ojos. Del mismo modo, sentir fuertes corrientes de aire en camarotes completamente cerrados y también que el instrumental náutico se ponía en marcha solo, entre otros eventos extraños que no tienen explicación racional para la mente humana, pero aún así, entre esas historias las leyendas de barcos fantasmas siempre han estado presentes entre los mitos de los marineros, porque adentrarse en el océano o en peligrosos mares siempre ha causado temor al hombre y es que el desconocimiento de un medio hostil en el que su vida depende de factores que no están en sus manos es capaz de doblegar la más valerosa actitud cuando se adentran en el mar durante semanas o incluso meses a bordo de un barco,  sin más vista que el horizonte. Son muchas y variadas estas historias, como la de buques sin otra tripulación que los fantasmas de los marineros que perecieron en la nave mientras navegaban, convertidos luego en almas en pena destinadas a surcar los mares eternamente por haber osado enfrentarse con la fuerza de las aguas y subestimar su poder.
Una de estas macabras historias se refiere al submarino alemán U-65, de la Primera Guerra Mundial, cuya extraña historia se inicia antes de abandonar los astilleros de Brujas, Bélgica. El U65 fue construido en los astilleros Vulcan, de Hamburgo y entró en servicio en la Marina Imperial en agosto de 1917. Sus pruebas de mar se llevaron a cabo sin ninguna novedad pasando a formar parte de la flotilla de submarinos con base en Bremerhaven, Alemania.  Posteriormente, su misión se desarrollaría entre las islas Sheland y las Hébridas. Algo más tarde tendría como misión la vigilancia de las aguas del canal de Saint-  Georges, en las cercanías de Irlanda. El U-65 desarrolló todas sus misiones en diferentes aguas con éxito. El U65 fue encargado con el número de construcción 90, en los astilleros Vulcan, de Hamburgo, el 20 de Mayo de 1916, conjuntamente con otros seis submarinos. Botado el 26 de enero de 1917, entró en servicio en la Marina Imperial el  18 de agosto de 1917 y desde sus inicios fue protagonista de una enigmática historia de tragedias, muertes y desapariciones, que se inició antes de abandonar los astilleros dónde fue construido, ya que al comienzo de la primera gran confrontación militar se comenzaron a usar los submarinos como medio de defensa por lo que en los distintos astilleros se preparaban estos sumergibles para participar en la lucha. La sucesiva cadena de hechos extraños durante la existencia operativa del U65 comenzó incluso antes de poner la quilla en contacto con el mar, cuando uno de los operarios que trabajaban en su construcción en los astilleros falleció tras ser golpeado por una viga que formaría parte de la cubierta. Luego, en una de sus primeras pruebas en mar abierto, tres tripulantes quedaron atrapados en la sala de máquinas al atascarse la compuerta que comunicaba con el resto del submarino y murieron asfixiados por gases tóxicos. La investigación oficial no ofreció resultados concluyentes sobre las causas del accidente, ya que, sorpresivamente al ir los mecánicos a revisar dicha puerta, esta se abrió sin problema alguno, ante el asombro de todos, pero la cosa no paró ahí; pues en unas pruebas en alta mar junto a sus submarinos gemelos el U63 y el U64, el capitán de la nave ordenó a un marinero la inspección de la cubierta e inexplicablemente este desapareció, y, según el vigía de la nave, “el tripulante se lanzó por la borda y fue tragado por el remolino generado por las hélices.  Yo lo divisé caminando tranquilamente hasta caer al mar sin pronunciar palabra”. Llama la atención que este extraño y fatal suceso ocurrió en un día de calma absoluta.  En otra ocasión, tras ordenar una inmersión rutinaria a 10 metros de profundidad su capitán, una vez alcanzada dicha cota fue imposible detener el submarino que continuó su descenso hasta tocar fondo, motivo por la cual la asustada tripulación hubo de trabajar duramente durante largas horas para tratar de subirlo a la superficie, sufriendo los primeros efectos de una atmósfera enrarecida y falta de oxígeno. No obstante el gran esfuerzo de todos, la nave no respondió y permaneció en el fondo durante doce horas. 
Luego, inexplicablemente el U65 comenzó a subir de  manera misteriosa.  Ante el extraño suceso y pasado el fuerte impacto de sus marineros, el buque fue llevado al dique seco, siendo revisado minuciosamente por expertos ingenieros y mecánicos navales, quienes declararon que se encontraba en perfecto estado de funcionabilidad,  razón por la que fue declarado apto para el servicio, puesto que las urgentes necesidades de la guerra obligaban a declarar a los submarinos como aptos en el menor tiempo posible, así que se dispuso el aprovisionamiento y armamento  del U65 para su primera patrulla, pero la tragedia no se hizo esperar, dado que mientras lo equipaban, el último torpedo que debía ser cargado a bordo, estalló repentinamente matando al segundo oficial y a otros cinco marineros encargados de la tarea. Es a partir de entonces cuando la historia se vuelve realmente increíble, dando inicio a una serie de inquietantes apariciones en las que se podía ver a una oscura figura inmóvil, en pie sobre cubierta y con los brazos cruzados, que todos los testigos identificaban como el segundo oficial muerto en la explosión. A partir de entonces, en diferentes ocasiones varios miembros de la tripulación aseguraron ver al fantasma del oficial muerto trágicamente, “parado en la proa con los brazos cruzados”.  En otra oportunidad, regresando a la base luego de un patrullaje por el estrecho de Dover, en el momento en que el capitán dejaba el puente fue alcanzado por una metralla  aérea resultando muerto.  Ante la anormal situación comenzó a circular el rumor de que el U65 estaba embrujado y la mayoría de sus tripulantes solicitó ser trasladada a otro buque, por lo que el alto mando naval decidió enviar a un capellán a para que realizara un exorcismo. Vale decir que el nuevo capitán del submarino se encontró con un panorama desolador en el que la  tripulación, completamente aterrorizada, únicamente deseaba abandonar aquella siniestra nave. En un intento de levantar la moral, el exorcismo se realizó pero el siguiente viaje iba a resultar aún más trágico, pues, al parecer, el mal se negaba a abandonar la nave. Una noche el jefe de torpedos debió ser reanimado por sus compañeros tras haberse desmayado. Cuando se recuperó explicó aterrorizado que había visto con gran claridad el fantasma del segundo oficial, de pie y con los brazos cruzados sobre la cubierta de proa. 
Otro marinero relató posteriormente la misma historia, antes de desertar y desaparecer para siempre. Tiempo después, el vigía de estribor comunicó que un hombre uniformado se encontraba en la proa con los brazos cruzados mientras las olas lo atravesaban. Los marineros empezaron a llamarlo a gritos, cuando se volvió todos pudieron comprobar que se trataba de aquel segundo oficial muerto tiempo atrás. Los inexplicables incidentes siguieron sucediendo sin cesar. Durante otra misión, se cuenta que el jefe de torpedos, Eberhardt, no pudo soportar la impresión que se llevó al ser rozado por el espectro y se suicidó. Meses después, al ser atacado el U65 por cargas de profundidad se dio orden de inmersión, y llegado el momento de emerger el submarino se negaba a responder a las correspondientes maniobras, mientras tanto, una luz verdosa se movía de un lado a otro en su interior, mostrándose el espectro ante todos los marineros. En medio del terror, uno de ellos comenzó a gritar histéricamente diciendo que el fantasma le había acariciado la mejilla con unos dedos helados. Finalmente el submarino logró alcanzar la superficie y arrumbó hacia su base, pero la tripulación, aterrorizada y absolutamente convencida de que convivían con un fantasma, se negó a embarcar nuevamente, por lo que hubo de ser sustituida. Toda esta sucesión de extraños acontecimientos y accidentes y la inusual cantidad de muertes a bordo en tan corto período de tiempo, que hasta ese momento habían sido acalladas por la cúpula militar, acabó llegando a conocimiento de los altos mandos de la Marina Imperial. 
En la siguiente patrulla un tripulante se suicidó, uno de los artilleros se volvió loco, uno de los ingenieros encontró la muerte en el mar, aunque esta vez parece que la caída fue accidental y el primer maquinista se rompió un pierna.  El destino final del U65 quedó envuelto en el misterio debido a que se perdió el contacto por radio con su tripulación, pero en tiempos de guerra que un submarino desaparezca sin dejar rastro no es algo raro, pero esta historia tiene un final sorpresivo: El 10 de julio de 1918 el L2, un submarino norteamericano, divisó un submarino alemán navegando a la deriva frente a las costas de Irlanda. Según parece, probablemente ya de regreso, el U65 fue avistado por el L2 que se dispuso a atacarlo sin demora. Más no llegó a ser necesario. No había concluido aun su maniobra de aproximación cuando el capitán americano contempló como el submarino alemán explotó por los aires sin razón alguna. Más tarde dicho capitán declaró que momentos antes de la explosión pudo ver en proa una figura inmóvil con los brazos cruzados. A finales de ese mes, el almirantazgo alemán comunicó oficialmente la pérdida del U65 junto con sus 34 tripulantes.  
Consta en los informes de la Marina alemana que en determinados momentos, el submarino efectuaba maniobras inexplicables, escapándose del control de los navegantes, como si estuviese manejado por presencias no visibles.  Esta siniestra historia tuvo lugar entre los años 1916 y 1918.  Desde ese entonces, a la largo del tiempo muchos marinos sostienen haber visto en el Atlántico lo que parecía ser un extraño y viejo submarino con un oficial de pie y con los brazos cruzados, sobre la proa. El U-65 y su tripulación fantasma, tal vez siga navegando los mares.