Abducciones


Según el diccionario, abducción es el “supuesto secuestro de seres humanos, llevado a cabo por criaturas extraterrestres, con el objeto de someterlos a diversos experimentos, estudiarlos, e implantarles extraños objetos”. Basados en esta definición, ¿debemos entender que ciertamente existe presencia de naves extraterrestres en nuestro planeta? La certeza de tal planteamiento aún no ha sido comprobada, motivo por el cual mientras muchos se toman de la forma más seria la aparición de ovnis en la Tierra, otros tantos se burlan de tal presunción. Más, sin embargo, desde tiempos inmemoriales diversas culturas registran innumerables presuntos avistamientos y encuentros con seres extraterrestres. Asimismo, diversos expedientes de grupos de ufólogos contienen numerosos ejemplos de testimonios que aseguran haber visto estos misteriosos visitantes. Según esas afirmaciones, habría presencia de ovnis en todo nuestro planeta, y el objeto de estos secuestros, cuyas presuntas víctimas se reparten por todo el mundo (China, Rusia, Estados Unidos, Chile, Israel, Brasil, Etc.), es aún incomprensible para la raza humana. Llama la atención que en la mayoría de los casos, cuando los abducidos declaran sobre lo ocurrido, el esquema de los hechos se repite con características similares: una luz intensamente brillante aparece en una carretera o en una ciudad, el motor del vehículo se apaga en extrañas circunstancias y luego aparecen criaturas semejantes a seres humanos pero de pequeño tamaño y gran cabeza, que con su sola presencia paralizan a la víctima, quien, tras ser presuntamente introducida en las naves extra-terrestres le son realizados exámenes físicos y manipulaciones quirúrgicas semejantes a biopsias que frecuentemente dejan una cicatriz. En numerosos casos, en las declaraciones de los abducidos es frecuente oírles declarar una momentánea pérdida de memoria (amnesia) o un tiempo perdido que les impide recordar hechos puntuales, por cuyo motivo, muchos de ellos han sido sometidos a hipnosis clínica a fin de tratar de recuperar los recuerdos de esos momentos. Según Budd Hopkins, considerado como uno de los más reconocidos expertos en abducciones, “los casos de secuestros de humanos por parte de entidades biológicas extraterrestres se producen cada vez en mayor número. De la encuesta que realicé en más de 6.000 norteamericanos, deduzco que existe un porcentaje de un 2% de supuestos abducidos. Extrapolando estos datos, llegaríamos a la cifra de 5 ó 6 millones de abducidos sólo en Estados Unidos. Creo que esos seres vienen a la Tierra en busca de material genético humano para diversos fines de estudio. Cuando las víctimas “regresan”, sus recuerdos parecen haber sido suprimidos de alguna forma. Existen varios tipos de evidencias físicas de las abducciones: las personas regresan con cicatrices, completamente curadas, que no tenían antes del suceso. También presentan extraños implantes, que pese a los avanzados y modernos escáner con que contamos, no han arrojado prueba alguna. El 25 de septiembre de 1986, la revista Nature publicó una inquietante carta firmada por siete miembros del Departamento de Genética del Hospital Winston Churchill, de Oxford, en la que pedían ayuda para identificar un misterioso objeto que habían detectado en unos análisis cromosómicos de un paciente supuestamente abducido. El objeto parecía manufacturado y presentaba la apariencia de cuadros negros y blancos. Hasta ahora, ninguno de los intentos de aclarar el enigma ha resultado válido, y el “implante” sigue desafiando a la opinión científica. Por otra parte, creo que el hermetismo que se guarda en estos casos, se debe a férreas imposiciones de gobiernos que rotundamente se niegan a informar sobre estos misteriosos hechos, alegando que podrían suscitar gran alarma y preocupación en la población mundial”. De acuerdo a declaraciones del ufólogo israelí Barry Chamish, “en 1995 hubo una intensa oleada ovnis en Israel. Incluso, la policía fue testigo de la aparición de naves y humanoides gigantes que medían aproximadamente 2,70 metros de altura y aparecían envueltos en una especie de niebla y vestidos con una ropa de apariencia metálica. Ellos dejaron muchas huellas y el ejército israelí investigó los hechos, pensando que pudiera tratarse de terroristas. Algunas de las pisadas de esos seres tenían una profundidad de 35 centímetros, equivalente a la presión ejercida por una tonelada. En 1996 se grabaron 15 videos de ovnis”. Otro caso relacionado con la existencia de ovnis, conocido por la opinión publica norteamericana, es el de Jimmy Carter, quien, según confesó en una ocasión, tuvo una experiencia con un ovni antes de ser presidente de Estados Unidos. Y quien, luego, en su época de candidato a la presidencia, manifestó a la prensa de su país: “Cuando llegue a ser presidente de los EEUU, haré conocer los ovnis al mundo. Hay toneladas de material oficial sobre este tema en los archivos secretos nacionales que el público tiene derecho a conocer. Es probable que otra civilización estelar esté intentando ponerse en contacto con nuestro mundo. No podemos cerrar los ojos frente a una realidad viva, aunque sea desconcertante”. Sorprendentemente – como suele suceder en estos casos – ni estando en la presidencia, ni después, como “buen” político, Carter jamás cumplió su promesa. En relación al fenómeno ovni, los casos que más intrigan, asombran y desconciertan, sin duda son los de los presuntos contactos directos con seres extraterrestres.
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¿Murió Jesús en la cruz?


Desde tiempos antiguos, diversas tradiciones señalan que Jesús no murió en la cruz sino que huyó a la India, hacia Cachemira, donde antes habría vivido desde los doce hasta los treinta años de edad, época cuando reaparece en la escena pública. Según esos planteamientos, en la India habría recibido sabias enseñanzas de grandes maestros iniciados. Las especulaciones señalan igualmente que en Cachemira existe el cadáver de un maestro enterrado, con muchas similitudes físicas con la persona de Jesús de Nazaret. Todo esto nos hace preguntarnos… ¿Se encontraba realmente muerto Jesús cuando fue bajado de la cruz? ¿Era su cadáver lo que fue envuelto en el sudario y luego co­locado en el sepulcro por José de Arimatea y Nicodemus? Diversos autores e investigadores de la vida de Jesús afirman que este murió en Cachemira, a avanzada edad. Según ellos, “la persona que murió en la cruz pudo ser un hermano gemelo o simplemente, herido, fue rescatado de la cruz y curado por sus allegados”. Según las especulaciones, lo que quisieron signi­ficar los autores evangélicos no era una muerte real, sino que Jesús se encontraba en un estado de inconsciencia que fue tomado por muerte por parte del Centurión romano. “Es evidente que el Centurión se encontraba en un estado de confusión a causa de la tormenta, la oscuridad y el terremoto que aconteció en aquel momento” (Mat. 27, 54). Pilatos, el gobernador de la provincia, quizás menos afectado por el fenómeno natural gracias a los fuertes muros de su palacio, se encontraba en mejor disposición mental. Por ello, cuan­do fue informado de la supuesta muerte de Jesús, dudó y mostró su sorpresa ex­clamando: ¿Murió tan pronto?, lo que induce a pensar que surgió la duda al respecto en quienes esta­ban familiarizados con la crucifixión. Por experiencia, Pilatos sabía el largo tiempo que necesitaba una persona salu­dable para morir en la cruz. El Evangelio de Juan, considerado como el evan­gelio más antiguo, plantea una afirmación muy im­portante: “Entonces llegaron los soldados y rompieron las piernas del primero y el segundo hombre que estaban crucificados junto a él; pero cuando llegaron a Jesús y observaron que ya estaba muerto, no rompieron sus piernas, por lo que un soldado, con una lanza, atravesó su costado, y entonces brotó sangre y agua de su cuerpo” (Juan 19, 32-34). ¿Qué significa esto? Obviamente indi­caba que la conclusión de los soldados romanos de que “Jesús estaba muerto”, fue una conclusión equivocada, ya que se encontraba aun vivo, pues su corazón bombeaba sangre. De encontrarse muerto, su corazón se hubiera detenido y no bro­taría sangre de su cuerpo. No ha de  extrañar que se salva­ra de una humillante muerte en la cruz, puesto que, según la Biblia, la muerte en la cruz, era una muerte maldita; y tanto El Nuevo como El Antiguo Testamen­to coinciden en señalar que todo el que muriera en la cruz era maldito (Deut. 21, 23. Gala. 3, 13). Una persona maldita es aque­lla que se encuentra totalmente privada de la gra­cia y amor divinos. Entonces ¿Cómo podría Dios permitir que su amado Jesús muriera en la cruz? ¿Cómo podría Jesús ser llamado maldito cuando era el amado hijo de Dios? El alto rango que Jesús mantenía en la Presencia de Dios Todopoderoso es irreconciliable con la idea de que muriera como un maldito. Las pruebas contenidas en las Escrituras hacen pensar que sobrevivió a la cruz, Y esto es exactamente lo que debió haber ocurrido si tenemos presente las fervientes plegarias y profundas súplicas de Jesús descritas minuciosamente en los evangelios: “Jesús rezó a Dios toda la noche, postrado y con lágrimas para que fuera salvado”. ¿Es posible creer que tales ple­garias pudieran ser desoídas? Para los católicos es difícil creer que las súplicas agonizantes de un elegi­do de Dios hayan podido ser desatendidas, máxime cuando a lo largo de todo su ministerio Jesús había insistido a sus discípulos sobre la importancia y eficacia de las plegarias. Continuará.           

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¿Una horrible pesadilla o realidad?


Para el joven provinciano Carlos Figueroa la situación económica y las posibilidades de conseguir trabajo en Caracas no eran buenas, por lo que decidió regresarse a Ciudad Bolívar, a vivir en una vieja casona que le habían cedido unos familiares y que por mucho tiempo había permanecido vacía…casi abandonada. Allí, con su joven esposa embarazada, Figueroa trabajó arduamente hasta restaurar los pocos muebles que aun quedaban en aquella casa solariega. A los pocos días, tras varias diligencias, el preocupado esposo logró emplearse como agente vendedor en una firma comercial de la localidad, por lo que tuvo que viajar y dejar sola a su mujer por varios días. Una noche, estando sola en casa, mientras ella bordaba en la espaciosa sala frente al jardín, repentinamente sintió un desagradable y fuerte viento acompañado por una tormenta y espesa niebla – sumamente extraña en una zona tropical como esa – donde podría decirse que nunca se observaba ese tipo de fenómeno. Era tan densa la niebla, que en cuestión de segundos parecía más bien que estaba en otro extraño lugar, lúgubre y frío. De repente, las ventanas de madera de la vieja casona comenzaron a abrirse y cerrarse alocadamente, produciendo un horripilante ruido durante unos minutos que parecían siglos. Impactada por el suceso y sumamente nerviosa, sin saber qué hacer, la joven mujer comenzó a oír también fuertes ladridos de un perro aparentemente desesperado, que arañaba con fuerza la puerta de madera del viejo caserón. Pidiéndole protección a Dios, se llenó de valor y se dirigió a una de las ventanas para mirar hacia la calle pero no divisó animal alguno. ¿Había desaparecido o era sólo producto de su imaginación?. Inmediatamente se dirigió hacia la puerta del zaguán y la abrió rápidamente, pero…¡tampoco había nada!. Llena de terror, regresó a la sala, se sentó, y comenzó a rezar con los ojos cerrados, pero no había terminado de sentarse, cuando oyó mucho más cerca los ladridos y sintió que un animal arañaba furiosamente las patas de la mecedora donde ella estaba sentada. Haciendo un gran esfuerzo, abrió los ojos, en el preciso momento que un enorme perro negro de largos dientes se abalanzaba sobre ella. La terrible impresión la hizo desvanecer, perdió el conocimiento, y cayó al suelo cuan larga era. Inconciente permaneció hasta las primeras horas de la mañana cuando volvió en sí. Al percatarse de su situación, se levantó e inmediatamente revisó alrededor y en el jardín, pero, extrañamente no había rastro de nada, ni siquiera del rocío matinal. ¿Había sucedido realmente aquel espantoso hecho o se trataba de una horrible pesadilla? Para su tranquilidad, su esposo regresó ese mismo día en la tarde. Tras enterarse de lo sucedido, comenzó a revisar minuciosamente la casa, y, al acercarse a la mecedora, observó que sus patas estaban fuertemente arañadas y en ellas había huellas de sangre. Demás esta decir que, a la semana siguiente, los Figueroa abandonaron aquella vieja casa embrujada para no volver jamás. Carlos Figueroa y su esposa hoy día viven en Barquisimeto. Son padres de tres hijos que les han dado hermosos nietos. El suceso aquí narrado sucedió en 1968, y tanto él como su esposa, dan fe de lo sucedido en esa oportunidad.

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