El lenguaje es el conjunto de sonidos articulados con que el hombre manifiesta lo que piensa o siente a través de la facultad de hablar, en el cual la lengua actúa como instrumento al servicio de la comunicación humana. El término lengua se emplea como materialización del lenguaje expresado en palabras, siendo este un instrumento del pensamiento, producto de la inteligencia humana. La lengua le permite al hombre expresar lo que hay en su corazón, pero se torna peligrosa cuando con ella se pronuncian palabras hirientes y ofensivas. El uso de este órgano es una gran bendición, pero también una gran responsabilidad. Es de tamaño pequeño pero de consecuencias enormes en el efecto de su acción. Por ello, ha de utilizarse al servicio de la verdad. “Dios recompensa a los que se apartan de las palabras malvadas, y castiga a quienes hacen daño a otros. Todas las palabras que el hijo de Dios pronuncia son en su contra, excepto cuando ordena el bien y prohíbe el mal. Dios tiene misericordia de aquel que dice el bien y guarda silencio, asegurándose de estar en paz, porque el silencio es paz”. El desarrollo del cerebro permite pensar y hablar. El pensamiento tiene primacía sobre el lenguaje y produce la evolución del hombre, que sin lenguaje es un ser sin pensamiento. El inteligente oculta su lengua tras su corazón y cuando va a hablar consulta primero con su corazón; y si lo que va a decir va en su contra, entonces calla. El ignorante es aquel que antepone su lengua a su corazón y cuando habla lo hace sin pensar, diciendo lo primero que se le ocurre, sin preocuparse de las consecuencias. “Dios ha advertido de castigo en esta vida y en la próxima a quien escuche complacido mentiras, acusaciones injustas y difamaciones. Mayor será para quienes pronuncian palabras ofensivas y acusaciones falsas, pretendiendo dañar el honor y el buen nombre del prójimo y causar perjuicio a su dignidad. ¡Cuánta sangre se ha derramado y cuánta injusticia se ha cometido a causa de mentiras y falsedades! ¡Cuánto honor y buena reputación se han arruinado por culpa de falsas acusaciones!”. Cuando la lengua habla con rectitud el corazón expresa bondad y solidaridad. ¡Cuídate de guardar en tu lengua cosas inútiles, mejor empléala en el uso justo de la palabra! Quien hace daño a los demás está lejos de la misericordia de Dios. Él nos dio el don de la palabra para diferenciarnos de los animales irracionales y para que nos entendiéramos como hermanos. “No se hace recto el hombre hasta que su corazón no es recto. Y no es recto el corazón hasta que la lengua obra rectamente”. Todo bien se resume frenar la lengua de caer en el habla malvada. El delito de ofender o difamar se puede equiparar al de matar, herir o robar. “¡Pobre de aquel que dañe el honor y la buena reputación de su prójimo con mentiras! ¡Por su maldad será castigado en esta y en otras vidas!”. Cuando el corazón está sano, las acciones son rectas y aceptadas por Dios y por esa rectitud se logra la victoria en esta vida y el éxito en el día de la rendición de cuentas. Dios nos concedió la palabra para purificarnos y hacer recto nuestro corazón y sanarlo. La buena opinión siempre va ligada a la buena acción. No le hagas sitio en tu corazón a malas palabras y malas acciones porque ellas serán la causa de tu destrucción moral y espiritual. Dale más bien cabida a actos hermosos, nobles y buenos. La buena opinión es una de las características espirituales de la gente recta. Si existiera buena opinión en todos los hombres, existiría cohesión, paz y armonía en el mundo. Cuando se pierde esta cualidad se pierden el afecto y la confianza y se propagan las sospechas y las acusaciones contra los inocentes. La mala palabra divide y enfrenta a los hombres. “No se beneficia nadie de su intelecto hasta que no pueda beneficiarse de su buena opinión”. Cada vez que veas a alguien lleno de malas opiniones hacia los demás, intentando expresar y difundir sus defectos, ello es señal de lo indigno y pervertido de su interior y de su mala intención, porque su lengua se vuelve afilada contra quienes llaman a la rectitud e invitan al bien. Lo cierto es que no se dedica a los defectos de los demás más que el que está despreocupado de sus propios defectos y tiene el corazón enfermo. Tanto en sus creencias, como en su conducta, en las transacciones y en las cualidades de su carácter, el hombre recto reúne en su persona lo bueno de esta existencia. Teme siempre a Dios y mantente vigilante de tus actos. Ten presente que una sociedad sana se compone de individuos sanos. Cuando el individuo está sano garantiza la salud y rectitud de su familia, de su comunidad, de su país y del planeta. La raíz de la mala opinión es el engreimiento, la vanidad y el desprecio a los demás. El ser humano debe volver su mirada y e intelecto hacia un modo recto y equilibrado de pensamiento, el cual lleva a la rectitud en la conducta y le hace reconocer que lo duradero y permanente es superior y preferible a lo efímero. “Aquel que utilice el don de la palabra para calumniar, difamar y hacer daño a otras personas, se hará merecedor del castigo divino”. El ignorante es aquel que antepone su lengua a su corazón y cuando habla lo hace sin pensar, diciendo lo primero que se le ocurre, sin preocuparse de las consecuencias. ¡Cuántas personas han perdido la vida a causa de una mala palabra!
insolitohz@gmail.com
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