Eugenio María Giuseppe Giovanni Pacelli Graziosi, nació el 2 de marzo de 1876 en Roma. Fue el Papa número 260 de la iglesia católica, siendo elegido como sucesor de Pío XI el 2 de marzo de 1939, cuando tenía 63 años de edad, hasta el 9 de octubre de 1958 cuando falleció. Con una sabiduría llena de Dios, una profunda piedad mariana y una gran lucidez, delgado y pequeño de estatura, irradiaba bondad, nobleza, servicio y santidad. Cordial con todos se preocupaba más en las necesidades de los demás que en las propias, siendo especialmente caritativo con quienes sufrieron los desmanes de la guerra. Su caridad y santidad dieron origen a numerosas conversiones, entre las cuales se encuentra la del Rabino de Roma, quien al bautizarse tomó su nombre. Grande de espíritu, sencillo y humilde, entregó su vida al servicio de la iglesia, mostrando una gran capacidad de trabajo y sacrificio como un verdadero siervo de Dios. Para él, sacrificarse hasta el fin era lógico y natural: "Dios me ha encomendado este ministerio y debo corresponderle con todas mis energías. Un Papa no tiene derecho a pensar en sí". Tal fue su convicción y así obró en consecuencia. Su capacidad de entrega y de sacrificio fue enorme, llegando a la heroicidad durante
El primer blog venezolano referido al misterio y al enigma. Cada una de sus narraciones permite al lector conocer lo más insólito de los fenómenos paranormales y demás hechos inexplicables. Este blog puede ser leído en 52 idiomas, gracias al traductor Google.
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El misterio de las urnas deslizantes
Julio 1812. En las cercanías de la bahía de Oistin, Barbados, varias personas se dirigen al cementerio con los restos mortales de Dorcas Chase. En el panteón familiar se encuentran desde hace tiempo las urnas de Thomasina Goddard y Mary Chase. La pesada losa que cubre el panteón es retirada con gran esfuerzo por los sepultureros. Al entrar observan algo aterrador: El ataúd de Mary Chase ha sido movido hacía un rincón y el de Thomasina Goddard, hacia la pared opuesta a la entrada. Atemorizados, colocan de nuevo las urnas en sus respectivos sitios, salen y cierran la tumba. ¿Quién pudo remover esos pesados ataúdes revestidos de plomo? Algunos pensaron que fueron los esclavos negros, quienes habían asistido al entierro de Mary y no simpatizaban con Thomas Chase, por cuyo cruel trato se suicidó su hija Dorcas, pero los negros rechazaron la acusación, confesando más bien miedo y respeto por lo que consideraban era obra del Diablo. Un mes más tarde, fallece Thomas Chase. En esa ocasión, las urnas seguían en su sitio. El 25 de septiembre de 1816, al ir a enterrar al niño Samuel Brewster, los ataúdes estaban desordenados. El 17 de noviembre, cuando otro difunto fue llevado al panteón hubo gran expectación. Al abrir la bóveda vieron que las urnas habían sido cambiadas de lugar. Aquello no tenía sentido, las paredes, el suelo y el techo seguían en buen estado, no existiendo posibilidad de que alguien hubiera podido introducirse. Las urnas fueron reordenadas y se cerró el panteón durante varios años. El 17 de julio de 1819, muere Thomasina Clarke y el gobernador Combermere asiste al sepelio acompañado por varias personas deseosas de ver el lugar. Al retirar la losa encontraron las urnas desordenadas. Se revisó el lugar pero no encontraron indicios de profanación. De nuevo ordenaron las urnas y cubrieron el suelo con arena para ver posibles huellas. Taparon la bóveda y marcaron el cemento con un sello. El 18 de abril de 1820 el panteón volvió a ser abierto. Todo estaba intacto. Al retirar la losa escucharon un extraño roce, una de las urnas había sido lanzada contra la losa, entonces vieron que el ataúd de Mary se encontraba empotrado en la pared del fondo, con tal fuerza que el muro había sufrido daños. Los otros féretros estaban en el suelo. Toda la bóveda estaba intacta, tan sólida que nadie podía haberse introducido y la arena no presentaba huella alguna. Los ataúdes fueron movidos varias veces y algunos de ellos colocados verticalmente contra la pared. Durante el funeral de un familiar, los asistentes escucharon extraños ruidos provenientes de la bóveda. Al levantar la tapa vieron los féretros en insólitas posiciones. Luego, el suelo fue levantado esperando encontrar algún pasadizo secreto pero fue en vano. La bóveda fue repavimentada y el suelo recubierto con ceniza. Se colocaron sellos ocultos. Tiempo después, los sellos permanecían intactos, la ceniza no presentaba huellas, pero los ataúdes ¡estaban esparcidos, unos rotos y otros boca abajo!
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