En diversos sitios del mundo existen lugares tenebrosos donde han ocurrido tragedias por lo que albergan memorias ocultas y misterios por doquier. En esos oscuros y espectrales sitios, quienes se han atrevido a estar allí aseguran haber visto, oído o sentido hechos inexplicables y misteriosos. Uno de esos lugares, donde suceden eventos espeluznantes se encuentra situado en Amityville, pueblo costero tranquilo, pacífico y pequeño (menos de 10.000 habitantes), localidad del condado de Suffolk, en el sur de Long Island, a veinte millas de Nueva York, donde ocurrió un asesinato múltiple, tan trágico y sangriento que más bien pareciera obra del propio Satanás. La casa donde sucedió el dantesco hecho era la residencia de los esposos DeFeo y sus hijos, conocida hoy día como la casa maldita de Amityville, situada en el número 112 de Ocean Avenue, la cual encierra una de esas historias bestialmente sangrientas, por lo que se considera que está poseída por el mal. El terreno donde se levantó dicha edificación fue inicialmente un sanatorio donde los indios nativos Shinnecocks depositaban a los locos, a los enfermos y a los moribundos, quienes vivían allí hacinados en condiciones infrahumanas, hasta que morían de hambre y sed. Luego los enterraban en ese mismo sitio. La macabra costumbre se mantuvo durante años y a finales del siglo XVII los colonizadores se apropiaron de ese territorio y la primera casa que existió en ese sitio comenzó a construirse en 1924 siendo su dueño John Ketcham, un sujeto que había sido expulsado de Salem, Massachussets, por practicar la brujería. Una vez residenciado allí, continuó realizando ritos satánicos que incluían sacrificio de animales y, según se rumoraba, hasta sacrificios de niños. Cuando Ketcham murió, fue enterrado en los terrenos de la casa y por orden suya la vivienda luego fue quemada totalmente. Posteriormente, en ese mismo sitio se construyó una segunda casa en 1928, al estilo colonial holandés, la cual tuvo varios dueños, hasta que los Riley la vendieron a una familia de apellido DeFeo. Por sus dimensiones y comodidades dicha residencia se puede considerar una mansión, puesto que además de sus amplias dimensiones de casa colonial, tiene tres plantas, seis habitaciones, seis salas de baño, piscina, sótano, jardín propio y un entorno envidiable, junto al río y en un tranquilo pueblo, además de un terreno de varias hectáreas y un embarcadero. Esta casa se hizo tristemente famosa en todo el mundo a raíz de una macabra masacre sucedida en la madrugada del 13 de noviembre de 1974, cuando uno de los vecinos de Ocean Avenue, Ronald DeFeo Jr., de 23 años de edad, asesinó a balazos, a su madre, a su padre y a sus 4 hermanos. Desde ese momento la tragedia hizo que aquella casa fuera reconocida como la morada del horror, comenzando así una leyenda negra y tenebrosa sobre ella.
La familia DeFeo estaba constituida por Ronald DeFeo padre, quien tenía 44 años de edad; Louise, la madre, de 43 años; Ronald, de 23 años; Dawn, la mayor de las hijas, de 18 años; Allison, de 13 años; Mark, de 12 años y John de 9 años. Ronald Jr., a quien la familia llamaba Butch, era de un carácter violento, motivo por el cual mantenía tirantes relaciones con su padre, además de tener un expediente policial por un problema de drogas. No obstante las nada buenas relaciones con su padre, ambos trabajaban en un concesionario familiar y a veces se iban juntos a su lugar de trabajo. Butch, quien era fanático de las armas largas, tuvo varios problemas en su adolescencia y creó situaciones delicadas durante algunas fiestas a las que fue invitado. En una de ellas, apuntó con una escopeta a la cabeza de uno de sus amigos, sembrando el pánico. Tras unos tensos segundos le dijo "Ajá... te has asustado cobarde". El incidente no pasó a mayores, pero tiempo después se recordaría con horror. Vale señalar que Ronald padre era también un hombre de carácter violento, por lo que en muchas ocasiones tenía fuertes encontronazos con su esposa y hasta la amenazaba con pegarle, incluso estando delante de sus hijos. Con el transcurrir del tiempo las fuertes discusiones aumentaban y en una ocasión, Ronald Jr., harto de presenciarlas, se dirigió a la sala con su escopeta en las manos y apuntó a su padre gritándole que abandonara de una vez a su madre y le aseguró que algún día le iba a hacer pagar por sus malos tratos para con ella. Luego, sin pensarlo dos veces, disparó, pero el gatillo se trabó y no ocurrió nada lamentable. En esos tiempos Ronald había empezado a realizar sacrificios satánicos en el sótano de la casa, en un cuarto situado detrás de la alacena, donde mataba perros y cerdos y pintaba con su sangre las paredes pidiendo dinero y poder a Lucifer. Ronald odiaba a su padre debido a los frecuentes enfrentamientos que sostenían. Ambos se parecían en el carácter violento. Siendo un niño Ronald tuvo que soportar la tiranía de su padre y tragarse las fuertes discusiones que su progenitor sostenía con su madre. De este modo su carácter se hizo cada vez más agrio y violento y se convirtió en un muchacho solitario. Para atenuar los fuertes ataques de ira de Ronald, a quien la familia solía llamar Butch, sus padres solían hacerle regalos y darle dinero a cambio de lograr una convivencia más tranquila. El contar con dinero en sus manos empeoró la situación emocional de aquel entonces joven estudiante. No obstante, buscó más dinero fácil, cometiendo un robo en la empresa de su abuelo, quien le ordenó que fuese a realizar un depósito al banco, pero no lo hizo, alegando que le habían robado el dinero en la calle. Cuando fue interrogado por la policía, estos se dieron cuenta que mentía y entonces su abuelo decidió dejar pasar por alto el delito y no lo denunció. Cuando Ronald tenía 17 años llegó a liderar en el colegio un grupo de violentos vándalos, consumía LSD y comenzaba a probar la heroína. Ante el peligro que el muchacho se perdiera en el mundo de las drogas, sus padres decidieron retirarlo del colegio. Luego, lo llevaron a consulta con psicólogos y psiquiatras, pero no consiguieron ayudarlo pues mantenía una actitud violenta incluso delante de los médicos, a quienes amenazaba con golpearlos. De este modo y bajo un ambiente de fuerte tensión, discusiones y peleas familiares fue pasando el tiempo en el hogar de los DeFeo y el 13 de noviembre de 1974, cuando Ronald tenía 23 años de edad, se desató la tragedia que marcaría con la muerte la casa 112 de Ocean Avenue. Ese fatídico día llevó a cabo lo que llevaba tiempo planeando, aunque luego diría que aquello fue una orden que provenía de una voz que le decía que tenía que matar. Para que no se despertaran drogó a su familia y esperó hasta las 3:15 de la madrugada para cometer los asesinatos. Pendiente de cometer el brutal ataque, ni siquiera se acostó y llegada la hora, se levantó, cogió un rifle de caza de los muchos que tenía en su habitación, entró primero a la alcoba de sus padres y les disparó. Tenía cuatro hermanos, dos hembras y dos varones. Los varones dormían en la misma habitación, la niña, de 12 años, vivía en la misma planta que sus padres, pero a ella la dejó para más adelante. Paradójicamente, fue la única que se despertó cuando escuchó los tiros. Butch descubriría luego que ella no se comió el primer plato, donde él había metido la droga para que no se enteraran de nada. La mató igualmente, pero antes la llevó hasta su cama. Con increíble sangre fría fue matando a cada uno de sus hermanos, tapando algunos con una manta y poniéndolos como si estuvieran durmiendo, boca abajo y con los brazos cruzados bajo la cabeza.
Luego limpió parte de la sangre que había en las paredes y cuando terminó se marchó a trabajar más temprano de lo habitual y se presentó con una excusa: no podía dormir y, llegando temprano, adelantaría el trabajo. Como su padre tenía que hacer una venta aquella mañana, le vino bien que no apareciera y así tener más tiempo para armar una coartada. Durante la mañana hizo algunas llamadas a su casa sabiendo que nadie respondería. Luego habló con su novia y la invitó a comer en un restaurante. De ese modo el tiempo se alargaba y su coartada (al menos eso creía él), se hacía más consistente. En el restaurante encuentra a su amigo Bobby y éste le comenta que ha pasado por su casa y que allí estaban los automóviles de sus familiares pero que nadie le abrió la puerta para tomar el periódico que les llevaba cada día. Esto le viene muy bien a Butch, de modo que le pide ayuda aprovechando que su amigo estaba preocupado porque nadie le había atendido en su casa. Ante Bobby aparenta estar sumamente preocupado por su familia porque también él había estado en su casa pero sin poder entrar por falta de llaves e igualmente se extrañó que nadie abriera la puerta. Ante su aparente preocupación, ambos deciden trasladarse a la casa y en la entrada se encuentran con otro amigo, Joe Yeswit, que es quien avisa a la policía cuando Butch “descubre” que su familia ha sido brutalmente asesinada. De este modo, la policía del condado de Suffolk recibió una angustiante llamada telefónica para que acudieran cuanto antes a esa residencia, “pues allí había sucedido una espeluznante tragedia”. Al llegar a la casa, los funcionarios realizaron un macabro descubrimiento: seis de los siete miembros de la familia estaban muertos a balazos, acostados en sus respectivas camas. El espeluznante crimen múltiple conmocionó a los habitantes de esa pacífica comunidad. Ante la descomunal tragedia, evidentemente el principal sospechoso era el propio Ronald, quien sostuvo ante las autoridades que había conseguido escapar de aquel bestial ataque por encontrarse en una fiesta donde unos amigos, por lo que al comienzo de las investigaciones la policía no dio con el autor o autores del crimen, sino días después, cuando uno de los detectives recorría la casa en busca de alguna pista, encontró en la habitación de Ronald dos cajas de balas para rifle. Al ser detenido e interrogado largamente la policía pronto descubre que su coartada no cuadra y logra de este una confesión espeluznante: “Aproveché la cena para introducir en ella un somnífero. Luego, esperé a que se retiraran a dormir y en la madrugada fui a las habitaciones de cada uno. Primero disparé a mi padre, luego bordeé la cama y maté a mi madre de un tiro en el cerebro. Después de eso, confieso que no hubiese podido parar aunque hubiese querido. No podía bajar el arma, no podía dejar de apretar el gatillo. Sentía como si alguien estuviese dentro de mi, manejándome a su antojo”. Durante los interrogatorios Ronald también manifestó oír voces en la casa que le inducían a hacer esas atrocidades: “Cógelos… mátalos…acaba con ellos”. Estas voces fueron atribuidas por el Tribunal como un desorden psicológico. Nunca se consideraron reales. Lo extraño es que no lo sometieron a exámenes psiquiátricos a fin de comprobar si realmente estaba demente. El impactante y sangriento caso ocupó las primeras páginas de la prensa durante meses.
Durante las investigaciones los sabuesos se enteraron del temperamento violento de aquel sujeto que terminó por declararse culpable de todas las muertes, pero aduciendo que no lo había hecho conscientemente sino impulsado por una fuerza maligna y diabólica. Incluso, según confiesa hoy día, “cumple una condena debido a que una fuerza sobrenatural y demoníaca lo poseyó y disparó por él aquella trágica madrugada”. Ronald DeFeo fue condenado a 25 años de prisión por cada crimen cometido, es decir, a 150 años. Tiempo después relataría que cuando cometió la masacre “había algo en el lugar que le incitó a cometer aquellos asesinatos… voces, e incluso la aparición de una sombra que le obligaba a hacerlo y que llegaba incluso a apoderarse de su cuerpo”. Tras los incidentes ocurridos, la policía también descubrió una pequeña habitación en el sótano, donde había un pozo. Extrañamente, esa habitación y el pozo no figuraban en el plano de la residencia. Llama la atención que dicha habitación tenía las paredes pintadas de rojo, convirtiéndose en otro de los misterios de la mansión de Amityville. ¿Acaso se efectuaban allí ritos satánicos o habitaba una entidad maligna? ¿O era ese pozo “la puerta del infierno”, como se le conoció después? Los seis miembros muertos de la familia DeFeo fueron enterrados dos días después de la tragedia en el Cementerio Saint Charles, en el mismo condado de Suffolk. Un año después de la masacre, George y Kathy Lutz, compraron la casa a un precio muy barato (80.000 dólares) y se mudaron con sus tres hijos, esperando tener allí la morada de sus sueños. Decidieron comprar la casa porque pensaron que era una gran oportunidad debido al bajo precio. Era de extrañar que siendo tan grande se vendiera tan barata, pero aunque se les comunicó lo que ocurrió allí con los DeFeo, decidieron adquirirla, expresando: “Después de todo, los fantasmas no matan, las casas tampoco, sólo matan las personas”. Con esta premisa se mudaron, pero sus sueños se convirtieron en pesadillas cuando fuerzas demoníacas comenzaron a dar pruebas de su existencia. Desde el primer día sintieron que no estaban solos... Escuchaban extraños ruidos, las puertas y ventanas se abrían solas y de vez en cuando aparecían extraños y desagradables olores. Poco tiempo después comenzaron a producirse sucesos extraños e inexplicables: tenían pesadillas aterradoras y escuchaban persistentes voces que parecían proceder de una presencia maligna. A los pocos días la joven Chelsea Lutz comienza a hablar con Jodie, una amiga imaginaria y su padre empieza a comportarse de una forma cada vez más extraña, ya que pasa día y noche encerrado en el sótano de la casa hasta que, finalmente, descubre un pasadizo que conduce hasta la misteriosa y escalofriante habitación. De este modo, los miembros de la familia comenzaron a vivir un infierno debido a varios fenómenos sobrenaturales que ocurrieron allí, los cuales llegaron a poner en riesgo su integridad física, como la levitación de la señora Lutz, a quien se le comenzaron a caer los dientes sin causa alguna, una tormenta eléctrica que azotó la casa cuando los partes meteorológicos no anunciaban siquiera lluvia, la ocasión en que todos los muebles del salón de la casa dieron vueltas por la habitación, etc. Aterrorizados, los Lutz acudieron al cura del lugar para que bendijera la casa... Cuando este llegó, percibió un fuerte olor a putrefacción, a la vez que una nube de moscas se aglutinaba en la sala. El religioso llegó a confesar que estando en la tercera planta, pudo escuchar una voz que le obligaba a marcharse del lugar y que antes debió luchar con una fuerza física que le impedía acercarse a la casa, Finalmente fue violentamente expulsado. Su visita marcó el punto en que los sucesos paranormales se incrementaron, debido a que durante las semanas siguientes ocurrieron cosas mucho más extrañas: sillas que se movían solas, la hija pequeña de los Lutz halló un día un cerdo con ojos brillantes en su habitación. Después, una pesada puerta de madera fue arrancada de sus bisagras. Kathy Lutz llegó a dar testimonio de cómo había visto dos ojos rojos que la miraban desde dentro del armario de uno de los dormitorios. Además, llegó a tener pesadillas; soñaba que los miembros de su familia eran asesinados a sangre fría, uno a uno. Incluso llegaron a sentir cómo algo se apoderaba de ellos, algo que eran incapaces de controlar, y que llegaba a hacerles cometer actos de naturaleza violenta. George vio, una noche, cómo una mujer levitaba sobre la cama y, cuando se acercó, era su propia esposa que permanecía profundamente dormida. En otra ocasión, se encontraba en la sala y escuchó música; abandonó la sala y fue a investigar. Cuando regresó, encontró la alfombra enrollada y los muebles desplazados hacia la pared. Pronto el miedo hizo que George se negara a abrir los grifos de la casa “para que esa fuerza maligna no se desplazara por las viejas tuberías”. Poco a poco los hechos sobrenaturales comenzaron a ser cada vez más frecuentes y el terror de la familia fue aumentando... Inesperadamente, George se obsesionó con cortar leña. Había momentos en que su rostro cambiaba totalmente y aunque la madrugada ya hubiera entrado, cogía su hacha y salía a cortar leña al jardín. Diariamente alguno de los Lutz se despertaba por las noches, siempre a las 3:15 de la madrugada. La misma hora en que Ronald DeFeo asesinó a toda su familia. Un día, alguno de los niños, otro día la madre, otro el padre.... pero siempre alguien. Y siempre ese alguien veía algo extraño. Luego, comenzaron a aparecer manchas en las paredes y malos olores sin motivo aparente. Incluso un día, cuando Kathy colocaba unos platos en una habitación del segundo piso, vio como se desplazaba la pared y se veía otra habitación, la habitación roja. La misma habitación donde se encerraba por largas horas el joven asesino.
George, el padre de la familia Lutz, cada vez estaba más loco. Se dejó la barba y el pelo largo y extrañamente se convirtió en el vivo retrato de Ronald DeFeo, el asesino. Ante los terroríficos acontecimientos, los Lutz decidieron abandonar la espectral residencia por lo que sólo estuvieron residenciados allí 28 días y se marcharon sin agarrar siquiera sus pertenencias. Huyeron tan aterrorizados de aquellos misteriosos hechos que nunca más volvieron. Desde entonces, la casa se ha mantenido deshabitada y en venta… pero nadie la ha querido comprar y menos alquilar, debido a las espantosas historias que se tejen sobre ella, o por el mismo hecho de que permanezca deshabitada desde hace tanto tiempo. Con respecto a lo anteriormente reseñado y en aras de salvaguardar nuestra objetividad informativa, debemos señalar que sobre la casa maldita de Amityville se han tejido una serie de especulaciones ciertas o falsas, como la referente a que la casa se ha mantenido deshabitada desde que se marcharon los Lutz. Esta versión se mantuvo hasta el año 2003, pero, según otros planteamientos, “poco después la casa fue comprada por la familia Cromarty, grupo que vivió durante un tiempo en la tétrica mansión donde se llevó a cabo uno de los más bestiales y sangrientos asesinatos múltiples de los Estados Unidos” Otra versión sostiene que sus actuales propietarios serían los miembros de la familia Wilson, quienes actualmente vivirían en ese lugar. En la actualidad Ronald Jr. DeFeo sigue recluido en la prisión de New Haven, donde cumple cadena perpetua y todavía sostiene que cuando cometió los atroces crímenes fue cumpliendo órdenes del diablo que le decía que había que matar y de otras voces procedentes de la habitación secreta de la casa.
Puede que vista desde fuera, la casa número 112 de Ocean Avenue, de Amityville, parezca un lugar acogedor. Pero si se recorren sus pasillos y sus largos corredores, es decir, toda su historia, pocos serían los que aceptaran entrar en ella, pues pareciera que la muerte y el maligno todavía moran allí. Muchos de quienes conocen la tétrica historia afirman que con sólo oír el nombre de Amityville la gente siente escalofrío. Y es que para los que conocen la historia, aún quedan los recuerdos de aquellos terribles y sangrientos hechos sucedidos en noviembre de 1974. A casi 40 años de aquel trágico suceso, rumores de todo tipo, relatos espeluznantes y demás historias siguen circulando y casi todos comienzan con puertas que se abren y cierran inexplicablemente, con manchas que aparecen en distintos lugares de la casa, ruidos extraños que se oyen dentro de ella y voces de seres de la oscuridad que muestran la presencia allí de algo sobrenatural que hace de ese lugar un sitio cada vez más terrorífico. Para los creyentes de lo sobrenatural, un acontecimiento de tal magnitud deja una huella imborrable, siniestra y diabólica que se manifiesta de una u otra forma. Por todo lo que allí ocurrió, no cabe duda que la casa de Amityville se convirtió en una leyenda negra que hace que nuestra imaginación divague por sus recovecos, buscando una explicación a aquel dantesco suceso. Marvin Scott, una de las investigadoras psíquicas, al subir al segundo piso afirmó que sintió como si una gran corriente de agua la empujara por la espalda y la atmósfera se solidificara. La morada del terror sigue siendo una de las historias más terroríficas de todos los tiempos por una simple razón: allí ocurrió una de las más espeluznantes masacres que mente alguna pueda concebir.
Me eh obsesionado con el tema, muy buena recopilación de los hechos
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