Desde los albores de la historia, el hombre siempre ha creído en seres invisibles que le protegen en momentos de extremo peligro. Son tantas las versiones que se tejen sobre esta creencia, que la existencia de estos protectores ha sido tradicionalmente reconocida en Oriente, identificándolos con diferentes nombres, mientras que en Europa aún se sustenta esta creencia en las intervenciones de los dioses en los asuntos humanos, como lo relatan algunos historiadores griegos y la historia de Roma que registra que los dioses gemelos Cástor y Pólux guiaron los ejércitos de la naciente república en la batalla del Lago Regilo. Asimismo, en las primitivas leyendas de la India se citan apariciones de deidades en los momentos más críticos. Son también numerosas las leyendas de ángeles que protegen a los humanos, la mayor parte de las religiones hablan de ángeles custodios que están cerca del hombre en tiempos de aflicción. El cristianismo no escapa de ello, a tal extremo que recientemente la opinión pública conoció la siguiente declaración del actual Papa Benedicto XVI: “He pensado que estos ángeles pueden volar porque no se encuentran bajo la gravitación de las cosas materiales de la Tierra, sino en la gravitación del amor del Resucitado”. Sin duda, se refería a los ángeles protectores, también llamados por la tradición popular, custodios, querubines, espíritus protectores, maestros, guías, mediación angelical, etc. En los tiempos medievales ya se hablaba de apariciones de santos en momentos críticos en diversas batallas a fin de variar la suerte en favor de las huestes cristianas; y de ángeles de la guarda que en ocasiones salvaban a los peregrinos de inminentes peligros. Según las creencias, a veces estos protectores invisibles han advertido al hombre de graves peligros, salvándole la vida. En diversas regiones y culturas existen numerosos ejemplos de mediación protectora, inexplicables desde el punto de vista del materialismo. En estos casos, la mediación tuvo casi siempre por objeto proteger o salvar vidas. Uno de estos casos está relacionado con la salvación de un niño en un terrible incendio que estalló cerca del barrio de Holborn, destruyendo por completo dos casas, cuyas llamas habían tomado tanta fuerza que los bomberos se vieron precisados a dejar que el fuego devorase las casas, dedicando sus esfuerzos a poner en salvo a los moradores, menos a un niño de quién nadie se había acordado entre la turbación y el pánico. El niño había sido confiado aquel día al cuido de una parienta suya. Cuando todos estuvieron a salvo, la angustiada pariente se acordó del niño que había quedado adentro durmiendo. Imposibilitada de llegar hasta la alcoba, comenzó a gritar desesperadamente; lo que hizo que un bombero, en un supremo esfuerzo, y enterado por la inquilina, penetrara heroicamente. Entonces todos enmudecieron, pensando que el valiente bombero había sido pasto de las llamas. Pero…inexplicablemente, a los pocos minutos reapareció con el niño sano y salvo en sus brazos, sin rastro de quemadura alguna. Al ser auxiliado, refirió: “contra su natural inclinación, las llamas retorcían hacia la ventana de la alcoba, de modo tal que jamás lo había visto en mi larga experiencia, dejando intacto el rincón donde estaba la cama del niño, a quien encontré lleno de terror, pero al acercarme a él vi la figura de un ángel resplandeciente, inclinado sobre la cama en actitud de cubrir al niño, y cuando yo me acerqué, desapareció. Luego sentí que alguien nos tomó a ambos y nos sacó de aquel infierno en llamas”. Al preguntarle si acaso había sufrido alguna alucinación, el experimentado bombero expresó: “en mis treinta años de actividad nunca me sucedió algo igual”. Otro inexplicable caso ocurrió en las riberas del Támesis, cerca de Maidenhead, donde tres pequeños fueron a dar un paseo con su niñera. De pronto, un caballo se les echó encima y en la confusión, dos de los niños tropezaron y cayeron al río. Al percatarse del accidente, un hombre se lanzó intentando salvarlos, y cual no sería su sorpresa al ver, que, como por milagro, flotaban sobre el agua hacia la orilla. Tras ser rescatados, los niños dijeron: “cuando caímos alguien nos sostuvo suavemente, luego vimos una señora que nos llevó hacia la orilla”. El sacerdote John Mason Neale cita otro caso similar: “un hombre recién enviudado fue de visita con sus niños a la casa de campo de un amigo, la cual quedaba en un lugar apartado y en cuya planta baja había largos y oscuros corredores por donde los niños acostumbraban a jugar al escondite. En una ocasión, subieron por la escalera al primer piso, y dos de ellos dijeron que al intentar seguir se les había aparecido su madre, ordenándoles retroceder, lo cual hicieron. Al regresar donde su padre, tras oírlos, este decidió examinar el lugar, donde observó, que haber seguido subiendo los niños unos cuantos peldaños más, se hubiesen caído por un aguacero que estaba a oscuras. Inexplicablemente, la “aparición” de su madre les salvó de un trágico accidente. Como los aquí narrados, son muchos los casos que han ocurrido en diversos países y en diferentes épocas. Incluso, en catástrofes naturales como terremotos o tsunamis, inexplicablemente muchas vidas humanas se han salvado, lo cual ha sido catalogado como verdaderos milagros.
insolitohz@gmail.com
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