La verdad de cada quien…


La mentira es fácil de introducir en sociedades acomodaticias porque la verdad les incomoda y golpea, y porque los complacientes prefieren la “tranquilidad” de su conciencia, cayendo en la trampa de las mentiras cuando estas les benefician. De este modo, ciertas sociedades prefieren nadar en un mar de falsedades e ignorancia y no estar conscientes ante la verdad. De la misma forma, la ignorancia aleja al hombre de la verdad, sumergiéndolo en el oscurantismo y separándolo por diferencias sociales, filosóficas, políticas o religiosas, dificultando el camino que conduce a la verdad puesto que todos somos diferentes y cada uno tiene su propia verdad, que no siempre coincide con la de los demás. Por ello, jamás podrá existir una verdad universal, ya que el hombre desea la verdad en sentido limitado, prefiriendo las consecuencias agradables que le brinden protección, comodidad o ventajismo, debido a que está predispuesto a las verdades que le pueden generar efectos perjudiciales. Derivado de tal actitud, su fantasía alcanza máxima su expresión respecto a la sumisión, la adulación, la mentira y la falsedad, tomando como real una vida sólo disfrazada de apariencia y belleza; entendiendo que su verdad es verdad cuanto más semejante sea a sus intereses, y alejado de esta prefiere el mal al bien. Al respecto hay que recordar aquello de “cada quien tiene derecho a callar porque es esclavo de sus palabras y dueño de sus silencios”. Para alcanzar la verdad es necesario que el hombre animal ceda su lugar al hombre espiritual y esto sólo se logra por medio del amor a la verdad, a través de la misma verdad; de modo que tenemos que analizar la verdad para con nosotros mismos, teniendo la humildad necesaria para sincerarnos y para analizar y corregir nuestros defectos sin pretender justificarlos, diciéndonos la verdad mirándonos en el espejo de nuestra conciencia, y transformando en virtudes las pasiones y hábitos que nos avergüenzan. Si obramos así podremos tolerar al prójimo siendo comprensivos con la verdad de los demás. De esta manera entenderemos que la verdad absoluta no es patrimonio de este mundo y que gran parte de la humanidad necesita todavía de la mentira para poder convivir. Dejemos a los demás vivir su vida y vivamos la nuestra con inteligencia y espíritu de comprensión. No nos aislemos. Existen tantas verdades como necesidades tiene el hombre de mentir. Ten presente que “tu verdad” puede hacerte equivocar. Defiende tus ideales con sinceridad pero hazlo con respeto y sin violencia. No pierdas la razón pretendiendo que todos acepten tu verdad porque sólo existen verdades relativas ajustadas a la conveniencia de cada quien. Tengamos la humildad necesaria para sincerarnos, descubrir, analizar y corregir nuestros defectos sin pretender justificarlos. Transformemos en virtudes las pasiones y hábitos que nos avergüenzan. Si obramos de esta forma podremos tolerar al prójimo siendo comprensivos con la verdad de los demás.
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