Nada sucede por casualidad. Vivimos en un universo regido por leyes. Una de ellas, la de causa y efecto, entendida como máxima expresión de las leyes espirituales, establece: “Existen causas para el éxito y causas para el fracaso; causas para la salud y causas para la enfermedad, causas para la felicidad y causas para la infelicidad”. Toda causa tiene su efecto; todo efecto tiene su causa; todo sucede de acuerdo a la ley; la suerte no es más que el nombre que se le da a una ley inexistente. Existen muchos planos de casualidad, pero nada escapa a esta ley. En nuestra vida todo efecto tiene una causa específica; todo sucede por alguna razón, conocida o no. En este sentido, no existen hechos accidentales. De igual manera, la ley física señala: “A toda acción le sigue una reacción”. En concordancia con esto, la Ley del Mentalismo, indica: “Con nuestros pensamientos generamos causas a las cuales les seguirán sus efectos”. Según Hermes Trismegisto, personaje que los egipcios y los griegos consideraron como el padre de todas las ciencias, benefactor de Egipto, quien vivió en el siglo XX a.C. y escribió más de treinta libros sobre teología y filosofía, seis sobre medicina y cuarenta y dos sobre ciencias ocultas, “Toda la información sobre un hombre se puede encontrar en una sola gota de su sangre y dentro de cada hombre se halla representada la totalidad del universo”. Trismegisto formuló la Ley de Correspondencia: “Como es arriba es abajo, y como es abajo es arriba”; y con ella, el método deductivo que permitió vislumbrar la grandeza del universo creado, donde lo más grande de lo más grande es igual a lo más pequeño de lo más pequeño; donde todos los niveles de existencia comparten la misma esencia organizados en un sistema de hologramas dentro de hologramas, hasta el infinito”. Ya desde ese tiempo, para los sabios existía la convicción de que el camino más corto para la exploración del Cosmos estaba en el interior del hombre. De allí la máxima “Conócete a ti mismo y conocerás el universo”. De este modo, conociéndose a si mismo, el hombre se hace poderoso y dueño de su propio destino. “Si siembras maíz, cosecharás maíz”. De igual modo, en los planos superiores como el mental y el emocional, le suceden efectos generados por sus causas mentales y emocionales. Por ello, un pensamiento de paz generará estados de paz, un pensamiento de odio, cosechará odio. De tal modo, y de acuerdo a estas leyes, nadie puede escapar a la responsabilidad de su futuro. “Si quieres labrarte un futuro positivo empieza ahora a construir una vida mejor”. Solo nosotros somos los responsables absolutos de lo agradable o desagradable, que en lo físico o lo espiritual ocurre en nuestra vida, entorno y planeta. Jesús lo dijo hace más de dos mil años: "Lo que sembréis, cosechareis." La ley del bumerang o causa y efecto está íntimamente ligada a la ley del ritmo o péndulo. Cuando éste completa una oscilación, esta hace llegar toda la cosecha de su siembra, por lo que el que siembra dolor cosechará dolor. “Quien genere desconsuelo buscando placer, vivirá en el dolor”. En nuestra actual existencia todos estamos recogiendo lo que sembramos en vidas anteriores y, ahora estamos sembrando lo que recogeremos en la próxima vida. Cuando sembramos desgracias causando daño a los demás, eso mismo recogemos. Esta ley ajusta sabia e inteligentemente el efecto a su causa. Todo lo bueno o malo que hemos hecho en una vida, nos traerá iguales consecuencias para ésta o próximas existencias. Recordemos los proverbios: "El que siembra rayos, cosecha tempestades", "Con la vara que mides serás medido y con ventaja", "Ojo por ojo y diente por diente", y, "El que a hierro mata a hierro muere". Esta ley - inmodificable - gobierna todo lo creado. En las religiones se le conoce como justicia celestial; quien la viola crea dolor para si mismo. Es una ley de compensación, no de venganza, porque somos responsables de todo lo que nos sucede en nuestra vida, en nuestro karma y también en nuestro pasado, presente y futuro. La causa precede siempre al efecto. Causa y efecto se dan en un tiempo y espacio contiguos. Nada de lo que ocurre en nosotros, en las cosas u objetos, ocurre espontáneamente. En lo físico y en lo espiritual todo tiene una causa, no hay causa sin efecto, ni efecto que no tenga una causa. En lo físico lo observamos regularmente, si explota una caldera produce el fuego; si se cae algo, es porque el soporte no lo soportó. En lo espiritual, lo vemos en nuestro comportamiento con nuestro entorno. Las muchedumbres se dejan llevar, arrastradas por el medio ambiente que las envuelve o por los deseos y voluntades de los demás, si éstos son superiores a las de ellas; se produjo una discusión porque hubo una causa anterior, lo estamos viendo continuamente en nuestra vida. Todo lo que se siembra se cosecha al ciento por ciento. ¡No lo olvidemos! insolitohz@gmail.com
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