La estupidez humana


El diccionario define la estupidez como “la torpeza notable en comprender las cosas; o el dicho o hecho propio de un estúpido, necio, o falto de inteligencia”. Al respecto, hace algún tiempo el catedrático italiano Carlo Cipolla, quien exploró el controvertido tema de la estupidez humana, formuló su famosa Teoría de la estupidez, basado en las cinco siguientes leyes: 1. Subestimamos el número de estúpidos que circulan por el mundo. 2. La probabilidad de que una persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica. 3. Un estúpido es una persona que causa daño a otra sin obtener provecho para sí, o incluso, perjudicándose a sí mismo. 4. Los no estúpidos subestiman el potencial nocivo de los estúpidos, olvidando que en cualquier momento, lugar, o en cualquier circunstancia, tratar o asociarse con ellos representa un gran error. Y, 5. El estúpido es la persona más peligrosa que existe, siendo más peligrosa que el malvado. “Avalada por años de observación y experimentación, tengo la convicción de que los hombres no son iguales: algunos son estúpidos y otros no lo son. En consecuencia, estimo que todos estamos incluidos en cualquiera de las siguientes categorías: los incautos, los inteligentes, los malvados y los estúpidos. Los incautos: Estos realizan acciones cuyo resultado genera pérdida para ellos y ganancia para otros. Los inteligentes: Suelen realizar acciones de la que ambas partes obtienen provecho, comportándose alguna vez como incautos o como malvados. Pero, puesto que son inteligentes, la mayor parte de sus acciones tendrán que ser inteligentes. Los malvados: ¿Quién no recuerda que desgraciadamente estuvo relacionado con alguien que obtuvo una ganancia causándole perjuicio? Existen dos tipos de malvados; el malvado perfecto que con sus acciones causa a otro, pérdidas equivalentes a sus ganancias; y, el deshonesto: aquel que obtiene ganancias mayores que las pérdidas que ocasiona a otros. Los estúpidos: En muchas ocasiones sufrimos pérdidas de dinero, tiempo, energía, apetito, tranquilidad o buen humor por culpa de las acciones de algún sujeto al que, en los momentos más impensables e inconvenientes, se le ocurre causarnos daño, frustraciones o dificultades, sin que él gane nada. Entonces nadie entiende por qué ese sujeto hace lo que hace. Se trata solo de un estúpido, cuya mayoría insiste en causar daño a otras personas sin obtener ganancia alguna. Lo más inverosímil es que con sus acciones no solo causan daño a otros, sino también a sí mismos. En este caso se trata de súper estúpidos”. En su obra Cipolla sigue planteando: “Con diferente intensidad los estúpidos influyen sobre otras personas, algunos causando pequeños perjuicios y otros ocasionando daños terribles, incluso a comunidades enteras. Su “capacidad” de hacer daño depende del factor genético o del grado de poder o autoridad que ocupen. Son funestos porque a las personas razonables les resulta difícil entender un comportamiento estúpido. Una persona inteligente puede entender la lógica de un malvado, puesto que esta sigue un modelo de racionalidad, aunque perversa, pero al fin y al cabo racionalidad. El malvado siempre quiere añadir más a su cuenta causando menos al otro; lo que no es justo, pero sí racional, y si es racional uno puede preverlo. Con un estúpido esto es imposible ya que este actuará sin razón o sin plan preciso en los momentos y lugares menos esperados. Por ello, frente al estúpido uno siempre está desarmado ya que no existe modo racional de prever cómo, cuándo o dónde actuará; de allí que generalmente su ataque nos coge por sorpresa. Otra circunstancia nos desarticula frente al estúpido: el inteligente sabe que es inteligente; el malvado, que es malvado; el incauto, que está imbuido de su propia candidez; y, al contrario, el estúpido no sabe que es estúpido. ¿A casi todos no nos ha ocurrido que, como si hiciese la cosa más natural del mundo, con una sonrisa en sus labios, aparece inesperadamente un estúpido para amargarnos la vida, echarnos a perder el momento, destruir nuestra paz, complicándonos todo, haciéndonos perder tiempo, dinero, buen humor, apetito, productividad o todo, sin malicia, sin remordimientos y sin razón, sino por la simple razón de que él es un estúpido? Sorprende que generalmente se cree que un estúpido sólo se hace daño a sí mismo, lo que significa que se confunde estupidez con candidez. Paradójicamente esto viene a ser una estupidez de quien lo crea. Otro grave error es creer que el número de ellos es más elevado en una sociedad en decadencia que en una en ascenso. La diferencia está en que en la sociedad en declive los estúpidos se vuelven más activos por la permisividad de los otros. En un país en decadencia, el porcentaje de estúpidos sigue siendo igual; sin embargo, en el resto de la población se observa, sobre todo entre los individuos que están en el poder, una alarmante proliferación de malvados con un elevado porcentaje de estupidez y, entre los que no están en el poder, un igualmente alarmante crecimiento del número de incautos. ¿Por qué entonces unas sociedades prosperan y otras entran en decadencia? Esto depende exclusivamente de la capacidad de los individuos inteligentes para mantener a raya a los estúpidos. Caso contrario, inevitablemente se refuerza el poder destructivo de estos últimos, conduciendo a los países a la ruina. Es más dañino el estúpido que el malvado, porque el malvado comete maldades cuando tiene ocasión, mientras que el estúpido lo hace, incluso sin querer, a tiempo completo".
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