En 1919, Frederick Hedges descubrió en las Honduras británicas ruinas de una ciudad maya y, durante años su equipo excavó hasta que en 1923 ocurrió un extraño suceso que desconcertó a los arqueólogos. Ana, su hija, curioseaba entre las ruinas cuando vio un fulgurante destello, por lo que comenzaron a remover grandes piedras y, ante la sorpresa de todos, apareció una extraña calavera, réplica exacta de un cráneo humano, anatómicamente perfecta, esculpida en una sola pieza de cristal de roca, perfectamente tallada, con mandíbula con dientes y movimiento, cuya dureza en la escala de Mohs alcanza 7 sobre un máximo de 10, por lo que sólo pudo ser cortada con herramientas muy duras como el rubí o el diamante, mostrando sus cortes que sus artesanos poseían una avanzada tecnología, ya que el cuarzo es un material difícilmente manejable; incluso, la perfecta simetría de sus moléculas hace que al tallarla con sofisticadas técnicas de láser, el cristal tiende a romperse. Según los antropólogos, la calavera puede tener 3600 años pero parece de una época de avanzados conocimientos tecnológicos, difícil de concebir hace casi 4000 años. Tal hallazgo desconcertó a los arqueólogos, pero no a los indígenas que trabajaron en las excavaciones, quienes se arrodillaron y besaron el terreno cuando la calavera fue alzada, considerándola como representación del Dios de sus antepasados. Los científicos que la analizaron la catalogan como una pieza excepcional, sin saber cuándo fue fabricada, cuál es su función, ni quiénes fueron sus creadores. Frank Dorland, quien la estudió en el Museo de la Humanidad en Londres, expresó: “Desprende un suave perfume y emite misteriosos sonidos”. En el Museo del Hombre, en París, se halla una calavera similar, más pequeña, de una data aproximada del siglo XIV, que presenta características del antiguo arte mexicano, mientras que la otra, muestra un conocimiento anatómico propio de una época científicamente más avanzada. “Ambas son similares en muchos detalles anatómicos. Son un verdadero enigma del cual se desconoce su origen, su técnica de construcción y su propósito. La que está en el museo en París emite fuertes destellos cuando las luces pasan sobre ella, lo que atemoriza a los vigilantes nocturnos, quienes la cubren con una tela negra. Al ser activada con luces o sonidos, aparecen en su interior imágenes holográficas (montañas, delfines, ovnis, bosques y seres misteriosos). ¿Qué clase de tecnología permitió esculpir estas calaveras? ¿De dónde provienen? Jon Klimo, autor de Mensajes del Más Allá, sostiene que son una especie de computadoras conectadas a una “memoría” que puede ser activada psíquicamente. “Pareciera que se trata de ventanas a dimensiones desconocidas. Incluso hoy día no existen máquinas para realizar algo tan perfecto, por lo que su origen sigue siendo un gran enigma”.
insolitohz@gmail.com
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