Según la Organización de Naciones Unidas - ONU, en la actualidad la población mundial alcanza alrededor de unos 6.600 millones de habitantes, pero, lo alarmante es que a mediados del año 2012 se estima que llegaremos 7.000 millones de seres humanos poblando la Tierra. De acuerdo a ese organismo, las mayores aglomeraciones en el mundo estarán localizadas en África y Asia, seguidas por China y sus alrededores y, como tercera concentración, estarían Tokyo, Nueva York, Ciudad de México, Bombay y Sao Paulo. Hemos entrado en el siglo de las amenazas. Uno de los mayores problemas de la humanidad para el presente siglo es la superpoblación. Esta superpoblación, ávida de energía, está consumiendo el planeta de forma insostenible. Tenemos que atacar al problema por sus dos vertientes: Reducir el consumo abusivo y reducir las tasas de natalidad. No obstante, sin pretender ser apocalípticos hay que señalar que estamos destruyendo el planeta y parece que no nos damos cuenta: la disminución de los recursos naturales, el auge de la contaminación y las modificaciones en el sistema climático generadas por la acción del hombre dan como resultado que la superficie habitable de la Tierra cada vez sea menor. La realidad es alarmante, pues, se estima que la población crecerá hasta llegar al doble de lo que es hoy y, para entonces, la Tierra habitable será la mitad de lo que es actualmente. Debido al crecimiento desmedido de la población humana que provoca una ingente pérdida de biodiversidad, en los últimos años el hombre ha propiciado un desequilibrio global, deforestación, pesca y consumo ganadero excesivo, es decir, un consumo excesivo de todo en general. En particular, el consumo excesivo de carne se hace insostenible al ser tantos humanos generando este consumo. En Estados Unidos, la mitad de las hectáreas cultivadas son para producir alimento para animales (sin contar lo invertido en la alimentación de mascotas domésticas). Para producir un kilo de carne de vaca se necesitan 16 kilos de granos y forraje. Dicho de otra forma, los vegetales necesarios para que una persona coma carne vacuna son suficientes para que 16 personas pudieran mantenerse comiendo directamente esos vegetales. Esa relación de 16/1 para la carne vacuna, varía en otros alimentos, como el cerdo (6/1), el pavo (4/1), la gallina (3/1) y los huevos (3/1). Además, para que la carne producida sea barata se maltrata a los animales (hacinamiento), se les medica en exceso, se les administra alimento poco natural y se les engorda artificialmente. En general, una alimentación básicamente vegetariana es más saludable, menos contaminante y evita sufrimientos a los animales.
Según el programa de las Naciones Unidas para la alimentación mundial, la capacidad del mundo es muy discutida. Mientras algunos ponen el tope en 8 billones, otros hablan de 50 billones, pero, eso sí, alimentados a base de pan y agua. En este sentido, el físico italiano Cesare Marchetti habla de un billón de personas alimentadas exclusivamente con comida sintética y usando principalmente energía nuclear. Los más realistas no se plantean ese problema, sino que se preguntan de qué sirve que la población actual pueda ser teóricamente alimentada, si en la práctica, todos los días mueren miles de personas por el hambre, una persona cada 3.6 segundos y el 75% de ellas son niños. La alarmante explosión demográfica es realmente asombrosa si examinamos cómo el crecimiento ha ido haciéndose cada vez mayor: En 1830 la población mundial llegó a los 1000 millones de habitantes. Un siglo después, en 1930 se alcanzaron los 2000 millones. Apenas 45 años después, en 1975 ya se habían alcanzado los 4000 millones. A principios de 1999 se llegó a los 6000 millones. Se espera que en el 2012 se alcancen los 7000 millones y que en el 2033 se llegue a los 9000 millones o se sobrepase esa cifra. En la actualidad hay más de 6000 millones de personas sobre la Tierra y cada año se suman aproximadamente 95 millones más. Los hechos demuestran que dar de comer a tantas bocas está generando un fuerte deterioro medioambiental que deja especial huella en los países del Tercer Mundo, donde la pérdida de los bosques y especies, la contaminación de lagos, ríos y océanos, la acumulación de gases invernadero y destrucción de la capa de ozono preservadora de la vida terrestre, son consecuencias derivadas de malas políticas llevada a cabo por distintos gobiernos. De este modo, la pobreza les ha conducido a una sobreexplotación de los recursos naturales en un intento fallido por pagar su deuda externa. Al final, los pobres han vendido o alquilado sus mejores tierras a los ricos por no poder atenderlas y ellos se han tenido que ir a los bosques, a degradar suelos para poder alimentar a sus familias. Nos hallamos ante una espiral descendente donde la pobreza contribuye directamente a un crecimiento de población: Se necesitan hijos para trabajar en el campo, llevar dinero a casa y asegurar en cierta forma el sustento en la vejez. En este mismo orden, el agotamiento de los acuíferos, la escasez de alimentos y la deforestación están empezando a afectar a las perspectivas económicas mundiales, pero más que por la cantidad -a juzgar por los hechos- por la distribución, por el desigual reparto que permite que los ricos sean cada vez más ricos y los pobres más pobres. Sólo EE.UU. consume la mitad de los recursos no renovables del planeta y su población sólo supone el 5% de la población mundial. En 1982 en el Reino Unido se gastaron más de 235 millones de dólares en ayudas para adelgazar, mientras que se donaron 50 millones para el Tercer Mundo. Siguiendo con esas incongruencias, un porcentaje muy elevado de la población china actual es obesa debido a una sobrealimentación y se han triplicado los casos de diabetes y cáncer debido a un consumo excesivo de grasas animales como parte de la dieta diaria. Estos datos apoyan sin duda la afirmación que realizó en 1992 el Fondo de Población de Naciones Unidas que aseguraba que "existen suficientes recursos para acabar con la pobreza, alcanzar un desarrollo social y económico significativo para la mayor parte de la población mundial, proteger el medio ambiente y conservar al mismo tiempo las comodidades y ventajas que ha aportado la tecnología moderna".
Como dato interesante vale decir que las 20 ciudades o metrópolis más pobladas del mundo son, en el orden siguiente, 1. Tokyo, Yokohama, Japón, con 36.800.000 de habitantes; 2. Seúl, Incheon, Corea del Sur, con 24.200.000; 3. Cantón, Foshan, Dongguan, Zhongshan, Jiangmen, China, con 23.200.000; 4. Ciudad de México, con 23.400.000 (más de los habitantes que tenía todo México en 1939); 5. Delhi, India, con 23.200.000, (La India tiene una población de 1.100 millones de habitantes); 6. Bombay, La India, con 22.800.000; 7. Nueva York, USA, con 22.200.000; 8. Sao Paulo, Brasil, con 20.900.000; 9. Manila, Filipinas, con 20.075.000; 10. Shanghái, China, con 18.400.000; 11. Los Ángeles, USA, con 17.900.000; 12. Osaka, Kobe, Kioto, Japón, con 17.310.000; 13. Calcuta, India, con 16.300.000; 14. Karachi, Pakistán, con 16.200.000; 15. Shanghai, China, con 18.400.000, (China tiene 1.300 millones de habitantes, la misma población que en 1939 tenía todo el planeta); 16. Dhaka, Bangladesh, con 14.648.000; 17. Buenos Aires, Argentina, con 13.300.000; 18. Moscú, Rusia, con 13.670.000; 19. Pekín, China, con 13.200.000 y, 20. Estambul, Turquía, con 12.800.000. En la India hay tres ciudades millonarias: Delhi, Bombay y Calcuta. Vista esta descomunal explosión demográfica mundial, es importante destacar que tenemos conocimiento, recursos, medios tecnológicos, sólo resta combinarlo todo para sentar los cimientos de un desarrollo humano sostenible para satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las futuras generaciones. Dicho de otra forma, mantener una correcta relación con la Tierra ya que de ella se extrae casi el 90% de los alimentos que ingerimos. Aunque si analizamos los resultados de la última Cumbre del Clima vemos que nos encontramos ante una cuestión que exige compromisos esencialmente políticos que sin duda reflejen un cambio de valores y como quedó patente, muy pocos gobiernos están dispuestos a variar sus líneas de actuación. La superpoblación hace referencia a todo tipo de crecimiento desmesurado de la población humana, la cual se refleja en la notoria deficiencia de los recursos disponibles y la renovación de estos. Este efecto maligno se ha convertido en el más grande cáncer de la sociedad, pues los alimentos que más se utilizan son productos primarios de la Tierra, los cuales, de continuar el deterioro de los ecosistemas, pronto serán poco renovables; pero esto no es lo más grave, las reservas de cada país no están dando abasto a tanta demanda de alimento, por lo cual la superpoblación se convierte en un problema relacionado con el medio ambiente. En los países mas desarrollados, a pesar de los serios problemas de fertilidad de sus habitantes, la superpoblación es evidente; ahora, si para estos es una problemática, para los países en vía de desarrollo es una enfermedad casi que incurable, por los bajos niveles económicos a los que estos se enfrentan y los diversos factores sociales, ya sean estos religiosos o culturales, los cuales constituyen un agravante mas que podríamos denominar un virus internacional de carácter social y ambiental.
La Tierra está enferma y su enfermedad se llama superpoblación. Más de 6500 millones de personas ya no caben en sus ciudades y ya comienzan a surgir problemas para alimentarlas. No hay trabajo para toda la población, la energía se está agotando, las especies animales se están extinguiendo y la contaminación global es imparable. Se trata de un panorama preocupante y lamentable. Más, sin hacer abstracción de otras “enfermedades” que padece el globo terráqueo tales como, contaminación atmosférica, escasez de agua, escasez de alimentos, consumismo excesivo en los países ricos, calentamiento de los Polos, deshielo de glaciares, excesivo desarrollo tecnológico, etc. Una proyección de la economía mundial realizada por el Earth Policy Institute revela que el tradicional modo de vida americano es inviable a escala planetaria. El caso más evidente es el de China, donde de seguir el ritmo actual de crecimiento, en 2031 su población alcanzaría los 38.000 dólares de renta per cápita y la realidad es que no hay recursos para soportar esta demanda en productos esenciales como la energía, alimentos del campo o papel, por lo que una catástrofe ecológica sería inevitable. El Earth Policy Institute muestra así un nuevo enfoque de una antigua evidencia: la superpoblación y el agotamiento de los recursos no pueden hacer frente al nivel de consumo y de contaminación del ser humano, lo que sin duda requerirá a medio y largo plazo una readaptación del hombre a su entorno para poder sobrevivir. Coincidiendo con tal planteamiento, el astrofísico Stephen Hawking, cosmólogo y divulgador científico del Reino Unido, miembro de la Real Sociedad de Londres; de la Academia Pontificia de las Ciencias y de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos; titular de la Cátedra Lucasiana de Matemáticas (Lucasian Chair of Mathematics) de la Universidad de Cambridge, hasta 2009 y quien posee doce doctorados Honoris Causa de las más prestigiosas universidades del mundo, advirtió que la humanidad enfrentará su extinción si es que no logra colonizar el espacio durante el próximo siglo. Esta advertencia fue calificada por el propio Hawking como su primera “llamada urgente” a los seres humanos: “Estamos entrando en un periodo crecientemente peligroso de nuestra historia. Nuestra población y nuestro uso de los recursos finitos de nuestro planeta están creciendo exponencialmente. De seguir así, será difícil evitar desastres en los próximos 100 años y aún menos en un millón de años”, dijo Hawking según la página Big Think. “Nuestra única posibilidad de supervivencia es poder llegar a habitar otros planetas. Hemos logrado progresos destacables en los últimos años, pero si queremos continuar existiendo en los próximos 100 años, nuestro futuro está en el espacio. Por ello es que estoy a favor de las misiones tripuladas por personas al espacio”.
Otros científicos opinan que una catástrofe ecológica se perfila el día que China alcance el nivel de vida norteamericano: “Ese día el modelo de desarrollo colapsará”. Según esos científicos, en los países en desarrollo se ha creado un círculo vicioso entre pobreza, degradación ambiental y fertilidad elevada. “Los países ricos salieron de ese ciclo gracias a la mejora paulatina de la sanidad y a que los excedentes demográficos emigraron a América, Australia, etc. En los países en desarrollo la rápida mejora en sanidad ha reducido la mortalidad infantil sin dar tiempo a las parejas a adaptarse a esa concienciación. Incluso, las empresas de alimentos infantiles han fomentado sus productos en países en desarrollo, lo que hace que se pierda la alimentación materna y con ello aumenta la posibilidad de que la madre quede nuevamente embarazada, aparte de que el uso de esos alimentos con agua sin esterilizar hace aumentar las enfermedades infantiles. Se demuestra que tan sólo el crecimiento de la riqueza no reduce todos estos problemas y, además, ese crecimiento suele dejar al margen a la mayoría de la población”. Por su parte, Lewis Preston, quien fuera presidente del Banco Mundial, advierte: "Si no nos ocupamos del rápido crecimiento demográfico no vamos a reducir la pobreza y el desarrollo no será sostenible. El Fondo para la Población de las Naciones Unidas participa activamente en la solución de esos problemas, pero aún queda mucho por hacer”. La aparición de nuestra especie dio lugar a grandes cambios que afectaron al planeta a lo largo de su existencia y, por otra parte, el crecimiento demográfico actual preocupa por el posible agotamiento de los recursos. El incremento de la población humana del planeta supone un problema medioambiental, porque para cubrir las necesidades de las personas hay que recurrir a los recursos de la Tierra y si no se realiza una gestión adecuada, muchos de ellos pueden agotarse. Además, también debe considerarse que existe un reparto desigual de la riqueza: mientras que los países industrializados consumen el 80% de los recursos, más de la mitad de la humanidad tiene que sobrevivir en condiciones límite y un tercio vive en una situación de pobreza absoluta. Nuestra especie Homo sapiens surgió hace solo 100.000 años, pero nuestros antepasados más remotos aparecieron hace unos 4 millones de años; evidenciando que la historia de nuestra especie es muy corta, comparada con la de la vida en la Tierra. Para comprender esto, se suele emplear una analogía: suponiendo que la historia de la Tierra se concentrase en 24 horas. Así, si se formase la Tierra a las 0:00, las primeras evidencias de vida aparecerían en el mar a las 5:15. A las 21:30, el mar estaría lleno de vida. Comienza la vida terrestre. A las 23:00 aparecerían los dinosaurios y se extinguirían a las 23:42. Justo un minuto antes de medianoche surgirían los primeros antepasados de la especie humana. Y, por último, 1,7 segundos antes de las 24:00, aparecería nuestra especie. El crecimiento de la población impone demandas crecientes al ambiente, pero esa demanda de cada individuo al entorno depende de qué y cuánto consume.
Cada nueva compra representa cierta carga adicional en los recursos para producirla, así como más desechos originados en su producción, uso y eliminación. Por lo tanto, los efectos negativos en el ambiente también crecen radicalmente con el aumento en el consumo, además, crecen también con el aumento de la población. Así, los expertos miden el impacto ambiental como una ecuación que multiplica el tamaño de la población por su nivel de consumo y lo divide por la consideración ambiental que exista en esa sociedad. Según algunos estudiosos del problema, en los países con una agricultura de subsistencia y un crecimiento rápido de la población se dan algunos efectos que están bien justificados en el siguiente orden: A. Dividir las fincas entre los hijos de la siguiente generación o intensificar el cultivo (agotando la tierra en muchos casos). B. Crear nuevas tierras de cultivo arrebatándoselas a los ecosistemas naturales (bosques...). C. Migración a las ciudades y creación de focos de pobreza en ellas. D. Buscar “trabajo” en actividades ilegales (drogas, armas...). E. Emigrar a otros países (legal o ilegalmente). Además de eso hay que añadir que también puede generarse un agotamiento de los recursos pesqueros e hidráulicos, caza furtiva, extinción de la fauna silvestre y diversas enfermedades como consecuencia de los focos de pobreza que se crean. Por supuesto, todo ello tiene consecuencias para los países desarrollados, y uno de los que más preocupaciones despiertan es el aumento de los inmigrantes: En Estados Unidos hasta 1875 era legal toda inmigración: quienquiera que se las arreglara para llegar podía quedarse y hacerse ciudadano. Incluso, esta apertura está inscrita en la estatua de la Libertad. En la actualidad, todos los países industrializados imponen duras medidas para evitar ser “invadidos” por los habitantes de los países pobres. Pareciera lógico que sea haga necesario limitar esa inmigración pero, ¿hasta qué punto es necesario imponer restricciones? Sin duda, se trata de un tema complejo pero parece claro que es necesario ayudar a los países en vías de desarrollo para evitar que su población tenga que emigrar. Así, la condonación de la deuda externa parece ser una herramienta importante para ello, a parte de salvar de la pobreza extrema a millones de personas. Para que esa ayuda sea efectiva es necesario saber los factores que influyen en el tamaño de las familias e intentar influir en estas. Los expertos reducen a seis esos factores: 1. Seguridad en la vejez: Como en los países pobres no existe la seguridad social, ni las jubilaciones y los servicios médicos deseables, entonces los ancianos necesitan de los hijos para ser cuidados. 2. Mortalidad infantil: Está muy relacionado con lo anterior, ya que si esta mortalidad es elevada se producen tasas de fertilidad mayores. Tener una alta mortalidad infantil no estabiliza la población y, por supuesto, es inaceptable. 3. Explotación infantil: Cuando los niños en vez de ir al colegio contribuyen notablemente al trabajo familiar, entonces los hijos son vistos como ayudas y no como cargas. En los países desarrollados los hijos no contribuyen notablemente al bienestar familiar por lo que son vistos como cargas: alimentarlos, vestirlos, educarlos... 4. Educación: Es evidente la relación de este factor con el anterior. Cuando los niños van a la escuela se les retira del trabajo familiar y suponen una carga extra (vestido, material...). La educación de las niñas es todavía vista como innecesaria en multitud de países. Por supuesto, la educación ofrece multitud de oportunidades nuevas. 5. Condición de las mujeres: La discriminación de la mujer (acceso restringido a educación, a negocios, a la propiedad...) obliga a que sean vistas casi exclusivamente como cuidadoras de hijos. 6. Disponibilidad de anticonceptivos: Los estudios demuestran una fuerte correlación entre tasas menores de fertilidad y el porcentaje de parejas que los utilizan. Ante este alarmante y preocupante panorama, pareciera que horrores se avecinan a nuestro mundo en el siglo XXI, ya que una conjunción peligrosa nos acecha: conflictos, penurias y enfermedades. El problema radica en que la rapidez de estos procesos dificulta la aplicación de soluciones, desde nuevos medicamentos hasta nuevas reglas sociales, mientras no se puede huir de esta realidad porque no hay sitio donde ir: todo está contaminado por la crisis.
“…Y sobre la Tierra angustia de naciones por no conocer la salida. Mientras que los hombres desmayan por el temor y la expectación de las cosas que vienen sobre la Tierra habitada”. Evangelio de Lucas. Capítulo 21, Versículos 21 y 26.