¿Por qué no funcionan muchas relaciones de pareja? ¿Cuál es la causa de las conflictivas relaciones entre padres e hijos? ¿Por qué algunas personas son drogodependientes o desean morir? ¿Cual es la causa de la anorexia o la bulimia? ¿Se pueden evitar algunas enfermedades de la tercera edad? ¿Es posible prevenir o curar la esquizofrenia, la psicosis, y otras enfermedades? Según la ciencia, esto es posible si se contemplan desde la perspectiva de las constelaciones familiares. Pero, ¿qué son éstas? Partiendo que cada persona es el final de una pirámide de muchos seres humanos que han sido indispensables para su existencia, se entiende que para que haya podido existir un hijo fue indispensable la existencia de unos padres y para la existencia de ellos, fue indispensable la existencia de los suyos y así hasta remontarnos hasta el comienzo de la creación de la vida. Como las estrellas, los seres humanos formamos parte de constelaciones familiares que parten para ampliarse a otros grupos humanos, rigiéndose por leyes naturales, familiares, sociales y espirituales que condicionan su funcionamiento. De este modo, tanto a nivel psíquico como físico, todo ser humano trae consigo la información de las vidas de las que procede. Esto se conoce como herencia, la cual se encuentra impresa en lo profundo de nuestro ser, en nuestros genes y en el inconsciente colectivo de nuestra familia, teniendo la capacidad de ser transmitida de generación en generación. Formamos parte del campo morfogenético de nuestra especie y de nuestra familia. Allí está toda la información de nuestra historia familiar, impresa en nuestras células manteniendo un orden que permite que la vida fluya. Por eso algunos heredamos los ojos verdes del abuelo, las piernas cortas de nuestro padre y que a su vez tenía su madre. Otros nacen con otras características evocando a otra fracción de la herencia familiar, heredando el buen o mal carácter, determinados gustos, la agilidad, la fuerza, el compromiso, las tendencias depresivas, neuróticas, u obsesivas que caracterizaron a alguno de nuestros antepasados. Asimismo, los conflictos no resueltos que se hayan podido generar debido a violencia intra o extrafamiliar, guerras, asesinatos, suicidios, luchas de poder, perdidas de seres queridos, abortos, separaciones traumáticas, abandonos, accidentes fatales, exclusión de personas de la familia, inversión del orden jerárquico familiar, secretos familiares, relaciones vinculantes extramaritales, hijos no reconocidos, o crímenes. Cada familia entrega a sus miembros una información de su propia historia particular, tejida y construida a través del tiempo. Una constelación familiar es quizás la experiencia vivencial más importante de la psicología contemporánea. Cuando se aborta un bebé o nace muerto y no hay duelo o no se habla de ello; no se reconocen a los compañeros anteriores o las relaciones importantes y no se les honra; las experiencias de guerra no son recordadas y no se honra a los muertos, o se ocultan secretos familiares, los efectos son sentidos por las generaciones siguientes, a veces dos o tres generaciones después, manifestándose en suicidios, depresiones, parejas sin hijos, enfermedades mentales o físicas, adicciones, etc. y, a menudo, sin tener conocimiento consciente de lo anteriormente ocurrido. Científicos como el biólogo inglés Rupert Sheldrake, doctor en bioquímica de la Universidad de Cambridge, y el doctor Albrecht Mahr, en Alemania, coinciden al calificar a las constelaciones como campos con memoria que se manifiestan como campos energéticos que existen de la misma forma que existen los campos electromagnéticos, funcionando de forma diferente, almacenando información y energía de los sistemas, grupos o especies. “Estos campos permiten la transmisión de información entre organismos de una misma especie sin mediar efectos espaciales, como si dentro de cada especie del universo existiese un vínculo que actuara fuera del espacio y el tiempo. Ese vínculo es el campo morfogenético. Por ejemplo, un roedor australiano puede conocer simplemente por resonancia mórfica algo aprendido por un roedor en Leningrado. Si llevamos desde Leningrado a Australia un enemigo natural del citado roedor, su pariente australiano reconocería al momento a su enemigo, igual que lo hacía su pariente ruso. Otro ejemplo: los famosos monos de la isla de Koshima, en Japón, a los cuales un grupo de científicos alimentaba con papas y ñames sin lavar. Entre ellos, una hembra, de nombre Imo, descubrió que lavándolos en el mar, además de perder la arenilla, sabían mejor. Extrañamente, a pesar de haberse evitado el contacto de los monos de Koshima incluso con los del resto de Japón, los demás monos del continente comenzaron a lavar sus plantas. Según Gary Schwarz, psicólogo de la Universidad de Yale, “la conciencia puede percibir al instante y, al instante, influir sobre cualquier parte del universo, pudiendo abandonar el cuerpo y vagar más deprisa que un fotón a través de ámbitos infinitos sobre cualquier parte del cosmos”.
insolitohz@gmail.com
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